El hombre que acaba de partir es uno de los líderes fundamentales de la Revolución Bolivariana
Un gobierno chavista antes del gobierno de Hugo Chávez
Es fundamental el rol de Aristóbulo Istúriz en la trayectoria de la Revolución Bolivariana, entre otras razones porque su gestión en la Alcaldía de Caracas (1993-1996) puede ser considerada como el primer gobierno chavista de la historia, previo incluso al del propio Hugo Chávez.
De hecho, los votos con los que llegó a la alcaldía capitalina en los comicios de aquel diciembre de 1992, fueron la primera manifestación del fenómeno electoral que seis años más tarde habría de desarrollar definitivamente al bipartidismo.
Votaron por él las masas que se habían sentido identificadas con los comandantes alzados de febrero y noviembre de ese mismo año. Apoyarlo fue una forma de retribuirle su arriesgada actitud en la sesión conjunta del Congreso, en la tarde del 4 de febrero, cuando el statu quo planeaba una condena unánime de la insurrección. Rafael Caldera se salió del libreto e Istúriz hizo lo propio.
Ya en el cargo, el primer alcalde izquierdista de Caracas intentó hacer la revolución empoderando a las parroquias y creando estructuras comunales. Demasiado adelantado a su época, fue víctima de la incomprensión de la izquierda y de las manipulaciones de la derecha, por lo que resultó derrotado en su intento de reelegirse en 1996.
Las experiencias acumuladas fueron, no obstante, de gran utilidad a partir de 1999, cuando el chavismo llegó al poder nacional. Esa es una de las razones por las cuales, Aristóbulo siempre estuvo presente en este complicado proceso político. Ahora lo estará a través de su legado político.
El oscuro enemigo de la «sociedad civil»
En los años iniciales de la Revolución, el rechazo exacerbado de los sectores políticos, económicos y sociales recién desplazados se esparció contra toda la dirigencia y la militancia chavista, pero algunos líderes recibieron dosis concentradas de odio. Uno de ellos fue el profesor Istúriz.
La autodenominada «sociedad civil» lo estigmatizó como el malvado ministro que pretendía adoctrinar a sus niños hasta convertirlos en autómatas comunistas, un personaje que, para colmo, era de piel negra. El lema «Con mis hijos no te metas» fue el santo y seña de las luchas de una clase social temerosa de perder privilegios y con fuertes tendencias supremacistas y segregacionistas, que se mostraron en toda su intensidad en las expresiones contra un ministro afrodescendiente y de izquierda.
Estas taras han seguido latentes y la mejor demostración de ello fueron las vomitivas manifestaciones de resentimiento y racismo observadas en las redes a propósito del fallecimiento del histórico líder.
Resteado en aquel abril
En el relato esencial de la Revolución venezolana, Aristóbulo Istúriz también aparece con caracteres de protagonista al revisar abril de 2002.
En la memoria debe permanecer registrado un hecho vinculado con la enfermedad de los odiadores. La dirigencia del golpe, en especial su ala mediática, intentó legitimar el linchamiento de las principales figuras del gobierno depuesto. Una de las tácticas fue difundir fake news (que aún no conocíamos con ese nombre) sobre su supuesta muerte. De esa manera, si alguien «se encargaba» de ellos, parecería un acto de justicia popular. Uno de los «muertos mediáticos» de esas horas fue Aristóbulo.
Por eso fue que resultó aún más impactante su reaparición el día 13, en la retoma del palacio de Miraflores, previa al retorno triunfal de Chávez.
Un Aristóbulo enérgico, galvanizado por la euforia del contragolpe, entró en la sede gubernamental como la avanzadilla del ejército que venció en la batalla más insólita, una que nadie creía que se podría ganar.
Partidario del diálogo sin impunidad
En los últimos años fueron variados los roles que desempeñó Istúriz en la férrea lucha por impedir que triunfaran las estrategias imperiales para derrocar al gobierno venezolano y echar por tierra la esperanza latinoamericana de una alternativa a la subordinación neocolonial.
En la Asamblea Nacional Constituyente de 2017 y en su regreso al Ministerio de Educación, su experiencia y sagacidad han sido fundamentales. Pero un papel que también cumplió y que tal vez no es tan notorio, fue su participación en los intentos de diálogo con la oposición interna.
En ese escenario, fue una voz muy firme en procura de soluciones pacíficas y democráticas a los conflictos políticos. Pero también dejó claro siempre que esa búsqueda no debía significar impunidad para quienes han cometido delitos graves, mayormente contra gente inocente, tal como ha ocurrido durante las oleadas de violencia de 2004, 2014 y 2017.
Hay en las redes un video en el que el profesor les da una clase magistral a los opositores allí presentes y dice una frase lapidaria: «No se puede condenar la violencia y, a la vez, pretender que no se castigue a los violentos».