Corren los días de febrero de 1815. Al verdugo de Caracas le ha sido encomendada la labor de colocar en una jaula de hierro la cabeza de Jose Félix Ribas. La testa de Ribas, destajada de su cuerpo, estaba frita en aceite hirviente y tocada por el gorro frigio que acostumbraba portar en vida. En días del rey de España, Caracas tenía un empleado encargado de ejecutar las penas capitales y de vergüenza: el verdugo de la ciudad. Esta jaula, colgada de una vara alta, recibía a quienes entraban la ciudad por aquellos días. También vieron el escalofriante espectáculo quienes bajaban desde el valle citadino hasta el puerto de La Guaira por el viejo camino de los españoles. La justicia colonial basaba sus penas en el escarmiento: azotar a los esclavos delante de sus iguales para que estos vieran el mal ejemplo y no se les ocurriera repetir lo hecho por el infractor, o pasear a ladrones y vagabundos amarrados a la cola de un burro y, en el cuello del imputado, un letrero que decía: “por ladrón” o “por vagabundo”. Esos códigos de justicia sobrevivieron al vínculo colonial y permanecieron entre nosotros años después de iniciado el camino independiente y republicano.
Pero al hablar de Jose Félix Ribas nos asaltan dos imágenes clásicas: la del gestor indiscutido de la Batalla de la Victoria de aquel 12 febrero de 1814 y la de su cabeza exhibida por la justicia colonial.
Este mes de septiembre, el 19 para ser más exactos, se cumplen 246 años de su natalicio. A propósito de la fecha tal vez convenga recordar al personaje.
Algo que sobresale en todas las notas biográficas sobre Ribas es su origen social. Y es cierto; Ribas era miembro de lo más granado y selecto de la sociedad caraqueña. Emparentado con los Herrera y con los Bolívar, por la vía de haberse casado con una tía del futuro Libertador, compartió el mismo origen de quienes aspiraban seguir en lo más elevado del orden social de la sociedad venezolana una vez iniciada la vida independiente: los blancos linajudos, padres de familia, dueños de tierras y esclavitudes.
Es por ello que Ribas se encuentra entre quienes planifican y ejecutan los sucesos del 19 de abril de 1810. Ante la llegada a La Guaira de los emisarios de la Regencia, era preciso emplazar al Capitán General para conformar una Junta que defendiera los derechos del rey depuesto. Al renunciar Emparan y conformarse la Junta de Gobierno, Ribas asume la representación de los pardos en el seno de la nueva instancia; pero Ribas, como dijimos, no era pardo. Su presencia en la Junta a nombre de los pardos ha convocado múltiples interpretaciones en la historiografía venezolana. Hay quienes piensan que fue muestra de la exclusión por parte de los blancos criollos de ese sector social en los nuevos eventos políticos, al nombrar a uno de los suyos para que hablara en nombre de aquellos, y hay quien dice que la presencia de Ribas como representante de los pardos en el seno de la junta era muestra del deseo de que ese sector estuviese al menos nominalmente presente. La historia es diversa y admite múltiples interpretaciones.
Un hecho que estremece a Ribas y a su generación fue la respuesta de las autoridades realistas de Quito, encabezadas por Manuel Urries de Castilla, de ejecutar a todos los detenidos acusados por participar en la primera Junta de Gobierno Autónoma de Quito en 1809. Enterado de los pormenores de la masacre y de la gesta del futuro Ecuador en las calles, Ribas no duda en encabezar una protesta publica en rechazo del suceso y en apoyo de los sublevados. Con esa febril sensibilidad política conduce el Batallón de Blancos de Barlovento, y actúa bajo órdenes de Miranda en días de la llamada primera república.
Luego de 1812 emigra a la Nueva Granada. Forma parte de los esfuerzos por reconquistar a Venezuela para la causa independiente que nace de suelo neogranadino y que llega triunfal a Caracas en agosto de 1813. Esta vez le corresponde ser gobernador y comandante militar de la capital. Es conocida su treta para engañar y atrapar a una expedición realista que toca el puerto de La Guaira haciéndole creer a estos que Caracas aún estaba en manos de los afectos al poder real, pero la celada se le cae antes de materializarla. Previo a la Batalla de la Victoria, combate fieramente en Vigirima y en los Valles del Tuy. En el encuentro de La Victoria contra Francisco Tomás Morales sobresale la participación de jóvenes estudiantes de Caracas. Finalmente es atrapado a inicios de 1815, cuando la república son exilios caribeños y retazos de guerrillas dispersas por el centro y el oriente de aquella Venezuela.
Ribas fue una generación y represento un grupo de la sociedad venezolana que apostó todo por la independencia. Formo parte de su tiempo, y bien vale recordarlo cuando celebramos, este septiembre de 2021, casi sus dos siglos de haber nacido.