Jonny Hidalgo
La planificación energética de un país, involucra a todos sus sectores sociales y económicos para garantizar seguridad energética, en función de un plan de vida nacional, más que un plan de desarrollo. Contempla planes de contingencia para Estados de Excepción, pues debe cubrir demandas presentes y futuras.
En Venezuela, las industrias petrolera y eléctrica han tenido el mayor peso en la planificación energética. En el siglo pasado, se instaló el complejo hidroeléctrico (Guri), la termoeléctrica (Planta Centro) y el complejo refinador (CRP) más grande del mundo. Esa infraestructura no era requerida por una población que no llegaba a 20 millones de habitantes; pero sí se necesitaba para la extracción y exportación de recursos minerales acorde al interés transnacional, así como para generarle al país una deuda externa que resultó ser inmanejable. Como la energía no solo es física sino también espiritual, se condicionó la alimentación, la salud, la educación, la política, las creencias y la fe del pueblo para dormirlo mientras se ejecutaba un avanzado plan de re-colonización, que requería condiciones subjetivas favorables.
El “keynesianismo” se puso de moda porque la infraestructura la pagó el Estado. Pero en un régimen neocolonial, se montaron esquemas que garantizaron un Estado débil, sin capacidad de control, ignorante de los detalles de funcionamiento, debilitado en sus relaciones internacionales (de allí la guerra a la OPEP), con un pírrico ingreso fiscal (de allí la internacionalización de PDVSA o los contratos de Elecar con Edelca), con un sistema político basado en la confianza y el compadrazgo; todo lo que al final conllevaría a la privatización del Estado mismo.
La Revolución Bolivariana interrumpió la ejecución de ese plan transnacional. La industria petrolera se orientó a la reestructuración del ingreso y la redistribución del producto del trabajo, mientras que el sector eléctrico, aunque tarde en el año 2010, se orientó a su transformación organizativa, cosa que en PDVSA apenas se empezó a proponer en el año 2015.
En los actuales momentos, no avanzar es retroceder, no hay opción de “stand by”. El rumbo que determina al plan ya fue marcado por el Comandante Chávez, pero la organización que determina la capacidad de gobierno, se agotó. Para avanzar, hay que mantener, a toda costa, los principios que Chávez legó en los planes estratégicos, y vencer los obstáculos que la vieja política impuso para impedir la transformación organizativa del sector energético.