Me he quedado en casa leyendo con gusto y provecho. Oh, libros de mi vida, que recurso inagotable para alivio de la vida humana” (Arch. III.278).
Fuego sagrado en el alma
En su obra dedicada al generalísimo, Alfonso Rumazo González afirmó que “Francisco de Miranda fue el primero en descifrar y comprender el momento histórico de su tiempo. El primero en darse cuenta de que había llegado la hora exacta para la emancipación iberoamericana (…)”. Y es así, sin dudas, Miranda fue un verdadero héroe que hizo de la libertad y del deseo de contar con una patria, un compromiso de vida.
Participó en los tres grandes movimientos históricos y políticos de su tiempo: la Guerra por la independencia de los EEUU, la Revolución Francesa, y la Revolución de la independencia latinoamericana. Es el único americano cuyo nombre está en el Arco del Triunfo en París; y su retrato en la Galería de los Personajes del Palacio de Versalles.
De Miranda dijo el propio Napoleón: «… Este Quijote, que no está loco, tiene fuego sagrado en el alma…»
1750
Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez, nació, justo en la mitad del siglo XVIII el 28 de Marzo de 1750 en Caracas. Ese año, más de 5.500 esclavos fueron traídos a territorio venezolano y estaba en desarrollo el movimiento revolucionario contra la compañía Guipuzcoana, liderado por Juan Francisco León. Del otro lado del charco, iniciaba la Revolución Industria; y Jean Jacobo Rousseau, Diderot, D`Alembert y Montesquieu comenzaban a publicar sus obras.
Sus padres, Sebastián de Miranda y Ravelo, canario, y Francisca Antonia Rodríguez, caraqueña, tenían una panadería y tiendas de telas o lienzos de Castillas, las cuales estaban ubicadas en La Candelaria, en la esquina del Hoyo y en la esquina de la Divina Aurora, hoy conocida como Padre Sierra. Estudió en el real colegio Seminario de Santa Rosa y luego en la Universidad Real y Pontificia de Santa Rosa, donde concluyó el bachillerato en Artes.
Como hijo de canario y de comerciantes, padeció el desprecio de los mantuanos, quienes ante el nombramiento de su padre en 1769, como Capitán de una de las Compañías del Batallón de Blancos Criollos, presentaron querella ante el Ayuntamiento de Caracas por considerarlo inadecuado. Don Sebastián renunció a la designación, y aunque un año más tarde, el Rey Carlos III, lo autorizó al uso del uniforme y del bastón de capitán, la familia sufrió la exclusión por la limpieza de sangre.
El viajero
El 25 de enero de 1771 partió a España como parte del ejército del Rey. Apenas zarpó inició su diario, donde registró hasta el final de sus días, su acción cotidiana, pensamientos, los sitios que recorrió, así como las costumbres y tradiciones de los lugares, entre otros. Ese día escribió: “A las doce del día nos hicimos a la vela”.
A España entró por Cádiz, donde 45 años después murió. Recorrió el mundo entero, se formó intelectual, política y militarmente. Aunque compró el grado de Capitán del Regimiento de infantería de la Princesa, demostró sus capacidades como hombre de táctica y estrategia militar; así como también su gallardía. Sirvió durante 10 años al ejército real y obtuvo destacadas actuaciones y ascensos. Sin embargo, huyó por falsas acusaciones en su contra, y porque la Inquisición Española lo perseguía por la tenencia de “libros prohibidos”, y debía “(…) ser encarcelado (…) todos sus libros y papeles deberán ser examinados y los objetos prohibidos confiscados”.
Recorrió el mundo, y entre falsas identidades y disfraces huyó del gobierno español, estudió el sistema de gobierno republicano en los Estados Unidos la constitución británica. Entre 1785 y 1789 anduvo en el continente europeo y conoció a Federico el grande, al Príncipe Gregorio Potemkin, al rey de Polonia, a Estanislao II; así como a Catalina II en Kiev, con quien hizo gran amistad y quien le concedió el derecho a utilizar el uniforme de coronel ruso. De vuelta a Londres, entre 1789 y 1792, se dedicó a ganar partidarios a la idea del proyecto de las Indias Españolas.
Inspirado por los ideales de la Revolución Francesa, entre 1792 y 1797, se incorporó al ejército de Francia y por su actuación en la batalla de Valmy fue reconocido como Mariscal de Campo. Sin embargo, estuvo en prisión durante casi dos años por un revés de los impulsores del movimiento. A su salida regresó a Londres y retomó su campaña.
La expedición de 1806
Viajó a Nueva York para buscar alianzas y organizó una expedición a Venezuela, la cual zarpó el 2 de febrero. En una escala realizada en el puerto haitiano de Jacmel, y a bordo del buque que bautizó como Leandro, un 12 de marzo, enarboló el tricolor nacional. Una nota de “The Times” de Londres del 12 de junio señaló:
“El objeto confesado de la expedición es revolucionar las colonias sudamericanas (…) Lleva la insignia de los antiguos peruanos brillantemente desplegada en los estandartes”.
Cerca de Ocumare, fue repelido por el fuego de guardacostas, sin embargo, en la madrugada del 3 de agosto puso sus pies sobre tierra venezolana, tomó el Fortín de La Vela e izó el pabellón tricolor. Coro estaba desolada, pues antes de su llegada se difundió una campaña en su contra, que lo presentó como ateo, monstruo, traidor, y enemigo de Dios y del Rey. Partió a Trinidad, y luego a Londres donde continuó promoviendo la independencia a través de su correspondencia y del periódico «El Colombiano».
Regreso patrio
Miranda, cuya familia fue juzgada por ser blancos de orilla, fue la figura central del momento, sin embargo, los mantuanos aún le miraban con recelo. Se alojó en Caracas en la casa de Simón Bolívar y participó en la Sociedad Patriótica y en el Congreso. Fue nombrado Generalísimo y debido a su experiencia, asumió la dirección del ejército. Se encontró con tropas indisciplinadas y con múltiples deserciones.
Pese a sus esfuerzos, la situación ante el ejército realista era muy desfavorable así que, tomó la decisión de preparar una Capitulación con Monteverde. Los oficiales patriotas no comprendieron tal decisión y le adjudicaron la pérdida de la Primera República. Miranda, quien pasó gran parte de su vida escapando de la Inquisición y de la corona española, fue arrestado y trasladado a La Carraca, en Cádiz donde murió un 14 de Julio de 1816, día aniversario de la Toma de la Bastilla.
Maravillosa biblioteca
Los libros le acompañaron toda la vida, pero no como objeto de colección sino como fuente de conocimiento y espacio permanente para forjar el espíritu, la crítica y el impulso por alcanzar la justicia y la libertad. Su maravillosa biblioteca, contó con más de 6.000 volúmenes, y que contenía amplitud de temas y autores como: Descartes, Pascal, Voltaire, Condillac, Rousseau, Montesquieau, Hobbes, Locke, Newton, Humes, Helvecio y Maquiavelo. Igualmente los autores españoles del pensamiento ilustrado Fray Jerónimo Feijoo y el padre José Francisco de Isla. Hasta Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift tenía su lugar. Vale mencionar que en algunos momentos, muchos libros le ayudaron a obtener recursos a favor de la causa libertaria.
Tras su detención la biblioteca se extravió, hasta que en 1927, el historiador Carracciolo Parra Pérez la consiguió en una biblioteca privada en Inglaterra, la cual fue adquirida por el gobierno venezolano, y entre 1929 y 1933, se editaron bajo el título de Archivo del General Miranda.
En 2007, la UNESCO reconoció sus diarios y archivos como Patrimonio Documental de la Humanidad y desde junio de 2011 están disponibles a través de la página en su honor.