Pedro Gerardo Nieves
No queremos los venezolanos tener la romántica espera de un buque, sentados como bobos en un muelle. Mucho menos sabiendo que estos barcos traen alimentos producidos en otros lares, engordando gobiernos y magnates extranjeros o criollos en desmedro de nuestras fuerzas productivas.
Queremos ¿quién lo discute? un país que produzca su comida, que emplee el petróleo para avanzar como sociedad y que use sus puertos no para vender materias primas que otros nos devolverían ya transformadas para abrirle más huecos a nuestros bolsillos, si no para llenar al mundo de cosas “made in República Bolivariana de Venezuela”.
Por eso contaremos aquí 5 historias de un pequeño municipio, que aún cuando lleva palo parejo de la guerra económica y es agobiado por los vicios endógenos que esta genera, se vacuna contra la crisis con una respuesta productiva contundente, creativa y revolucionaria que haría palidecer a cualquier burócrata.
La historias son reales y, apostamos fuertes contra locha, que tienen su réplica mayor o menor en cada uno de los municipios de nuestra Patria. Se verifican todos los días en el municipio Ezequiel Zamora del Estado Barinas, cuya capital es Santa Bárbara.
I
Hace ya varios años que en Zamora no se extraña, ni les importa, el consumo de leche en polvo. Sus productores, la mayoría pequeños y medianos, abastecen al pueblo con deliciosa y cremosa leche pura de vaca que, debidamente pasteurizada, es distribuida por ruteros que marchan raudos y veloces en sus bicicletas. El potente y nutritivo producto, que haría desmayar a cualquier caraqueñito jipucho jarto e´pan de trigo, es vendido además a un precio mucho menor de los que los venden los pelucones de la “agroindustria”.
II
Con más voluntad que recursos un grupo de chamos compran maíz del patio y lo procesan hasta convertirlo en harina de maíz lista para unas suculentas arepas. Ya van por 500 Kg/día y las colas de zamoranos crecen en su pequeña planta para hacerse con el producto. Seguramente si les soplara una brisita volarían como un papagayo e incrementarían exponencialmente su capacidad. Y sus precios, también, son menores a los de los bachaqueros y chupadólares.
III
En cada parroquia del municipio florecen los trapiches paneleros donde un gentío se dedica, con un calorón eso sí, a producir panelas que son vendidas al instante. Y si compara los precios en que los venden saldrá sorprendido al darse cuenta que en los supermercados le sacan un ojo de la cara por el mismo producto. Los chamos antes compraban palitos de caña de azúcar: hoy su producción ya demanda camionaos que ya no van a Colombia por las rutas del contrabando antiPatria.
IV
Los pollos de Zamora que son guisados con papas por las madres de esa tierra ya no pían en inglés, portugués, francés ni alemán. Raimundo y tó el mundo andan criando pollos en los patios de sus casas y cualquier chamo invita las morcillas con aguapanela cuando cobra la venta de sus picatierra. Andan mamaos y esperrugíos con el precio del alimento concentrado, pero ya hay curiosos y tecnólogos del pueblo que lo están preparando endógenamente.
V
Como habitantes del piedemonte los zamoranos siembran café. Ya en muchas casas usted vuelve a sentir el poderoso y espabilador olor y sabor del café recién tostado y molido y recuerda con asco el agua marrón que le sirven en otras “civilizadas” locaciones.
Estos son solo botones de muestra de un país que, más allá de la quejadera y la peladera de bola, sale a convertir las crisis en oportunidades.