Pedro Gerardo Nieves
Un perro en canoa está mirando para todos lados y asustándose con el balanceo de la curiara. Ladra y trata de correr, pero está limitado por el espacio. Los pasajeros lo apartan de un manazo, y hasta un madrazo, para acomodarse en el reducido espacio.
Otros desarrolladores de la expresión “como perro en canoa” han agregado la locución “como perro en patio e´bolas”, (manifestando el inminente peligro que corre un can de ser golpeado por la pesada bola de quien lanza un boche clavao) y otros más aerodinámicos echan mano de la refinada expresión “como perro en aeropuerto”.
Úsese cualquiera de las tres expresiones para evidenciar el estado de descuadernamiento y cambalachoso estado en que se encuentra la oposición venezolana luego de la (inesperada para ellos) trilla que le propinó el chavismo en las aún calientes elecciones a gobernadores.
Y no es para menos. Sus luisvicenteleones oráculos habían pregonado a viva voz, y por cuanto artificio digital se haya inventado, que cabalgaban sabrosamente hacia una aplastante victoria y ya se frotaban las manos pensando en ponerle la mano al coroto. Algunos ya tenían designado su gabinete y repartían cargos, prebendas y canonjías a sus acólitos y soñaban, en una suerte de nirvana anticipado, con su entrada triunfal a Miraflores. Pero la cochina les salió comillúa.
Ninguno paró bolas a las señales que les decían, descomunalmente, que la voluntad del electorado iba precisamente en dirección contraria al sueño fascista. Por eso “los elegidos” con la sacrosanta bendición de esa embajada política norteamericana que es la MUD se enchinchorraron; practicaron el sectarismo a troche y moche contra las bases opositoras; se robaron la plata de las movilizaciones que les mandaron los gringos (que era mucha, por cierto) y hasta le untaron chimó en el pecho a connotados dirigentes que eran “vacas sagradas” en la oposición.
Así, mientras le jartaban la perra a medio mundo, se les fue saliendo lo roto por lo descosido. Y llegó el domingo. “Ese” domingo.
Desde muy tempranito la vaina a los opositores les empezó a oler a queso recién molío. Las legiones de votantes que esperaban no iban a los centros electorales y si iban no votaban por ellos. Desde los centros electorales los sifrinos movilizadores de la MUD se escudaban diciendo “fraude”, la palabra mágica justificadora que permite echar la culpa al adversario de los errores y conspiraciones propias y cuya elegancia sería seguramente metabolizada por las audiencias internacionales. Y llegó el apocalipsis, el desguañangamiento, la explosión fétida y purulenta.
De allá para acá, todo ha sido naufragio en la MUD. Los insultos van y vienen y se armó toda una novela con la juramentación de los gobernadores electos opositores, a quien los gringos ya les había ofrecido montar sus despachos en Washigton, Lady Pérez dixit. Y es que el punto de todo esto es que el pueblo venezolano no se cala que los promotores del golpe de Estado, mandaderos de potencias extranjeras, vengan a presentarse como mansos corderitos a hacer ofertas electorales.
Y “lo más pior”, como dijera un viejo llanero, es que Almagro, ejerciendo su cargo de jefe del fascismo venezolano venga a ordenarles a los opositores que no se presenten a comicios de alcaldes y Andrés Oppenheimer, perro de presa mediático de Estados Unidos, pida sanciones contra Henry Ramos Allup. Fin de mundo, Raimundo.
Definitivamente, perro que es güevero ni que le quemen el jocico. Nos vemos en las elecciones de alcaldes y alcaldesas.