Por Ildegar Gil
Como ávida por darme la razón, la oposición venezolana la volvió a poner. En mi artículo de la semana anterior compartí la renovada decepción que me produce la representación política contrarrevolucionaria de lo que con toda razón, Diosdado Cabello bautizó como la generación perdida. “Requiere nuestro espectro político de mujeres y hombres que, aunque militen en espacios abiertamente contrarrevolucionarios, entiendan su responsabilidad ante la nación”, escribí.
Lo sucedido en República Dominicana, fue menos que reprochable. Con irresponsabilidad absoluta, Julio Borges y su camarilla negaban estar en suelo quisqueyano para asistir al inicio de una nueva etapa de diálogos con el Gobierno nacional, cuando todo el mundo sabía que efectivamente hacían presencia junto a los delegados revolucionarios Jorge y Delcy Rodríguez.
Es patética la foto en la que el mismísimo Borges y Manuel Rosales aparecen como los propios “asomaos”, en evidencia clara de que sí hacían presencia en el sitio mientras que a través de sus tuiters se empecinaban en afirmar lo contrario.
Jamás pensé que extrañaría, entre otros, a Eduardo Fernández, a quien siempre combatiré con las armas de la ideología. Este domingo 17 de septiembre a través de Televen, en pocos minutos estableció clara diferencia entre los derechistas de su época y esta pléyade que lo sustituyó. Hasta en el intento de posicionamiento de sus verdades, el excandidato presidencial estableció claras diferencias en relación a los trogloditas que lo sustituyeron en el bando del continuismo burgés.
Me preocupa mucho y así lo confieso, la intención golpista de quienes encarnan el terrorismo político. Están dispuestos a sabotear el tejido económico que se construye, y del que saldrán anuncios sobre nuevos precios en algunos rubros. Hay que derrotarlos una vez más.
¡Chávez vive…la lucha sigue!