Consejos para combatir la especulación, el bachaquéo, el remarcaje de precios, la hiperinflación, la guerra económica, el contrabando, la escasez de efectivo, el mal de ojo, la pava, el sabañón y los piojos
Años de dilatada experiencia en la práctica de la inutilidad me han convertido en especialista en casi todas las cosas.
La necesidad y mi indudable talento para perder el tiempo en aspectos sin sentido, me han llevado a hacer impredecibles hallazgos y a desarrollar nuevas tecnologías en infinidad de áreas, la mayoría absolutamente absurdas.
Conocidas son mis investigaciones sobre las colas que producen los vendedores de tostones en la autopista del este los viernes a las cuatro de la tarde, y mis agudas reflexiones en torno a la costumbre de los fruteros del centro de Caracas, y su curioso método de meter los mangos que están podridos en la parte de abajo de la bolsa de los compradores.
Movido por este insaciable apetito de nuevas experiencias que no conducen a nada y motivado por mi deseo de poner mis inservibles conocimientos al servicio de la colectividad, hoy quiero compartir algunas de las estrategias que he venido experimentando, con singular éxito, en relación al tema económico y a la urgencia de atacar el desbordado aumento de precios de los alimentos y así detener la pulverización del salario.
1) EL MÉTODO DE LA FALSA COLA: Consiste en infiltrarse en un mercado libre donde nadie le conozca y cuando usted esté cerca de la cola de los huevos que están vendiendo al especulativo precio de cinco mil el cartón, gritar con tono de los Hermanos Valentino: “¡ALLÁ ARRIBA ESTÁN VENDIENDO A MIL EL CARTÓN!…¡QUÉ BARATO!”. De inmediato y para desconcierto del vendedor especulador de ñemas, todos sus eventuales compradores correrán desesperados hacia la supuesta cola que usted ha anunciado, dejándole el puesto vacío al abusador y sus posturas de ave sin potenciales clientes. Este es el momento que usted aprovechará para, hecho el pendejo, ofrecerle al desconcertado vendedor dos mil bolos soberanos por el cartón, oferta que, ante el desolado panorama, no dudará en aceptar. Usted paga rápidamente y se pierde, porque de inmediato comenzarán a regresarse los frustrados compradores que usted mandó en busca de la ficticia rebaja, quienes, ya advertidos por otros usuarios, se beneficiarán del ofertón por usted logrado. ¿Qué tal?
2) EL MÉTODO DEL RE-REMARCAJE DE PRECIOS: Conocedor de las sinverguenzuras que comete el dueño del automercado que queda cerca de su casa, quien diariamente y sin justificación alguna remarca los precios de la mercancía, usted en su casa, la noche anterior a sus compras, imprimirá cientos de papelitos con los precios justos, acordados, reales de los productos que necesita adquirir. Al día siguiente, con la debida discreción, se paseará por los pasillos y, otra vez hecho el pendejo, irá re-marcando paquetes de galletas, frascos de mayonesa, envases de margarina y cuanta vaina consiga remarcada “por el desgraciao ese”. Ante el asombro del cajero, la clientela comenzará a llegar al punto de venta con una sonrisa del tamaño de una patilla y ese carrito “full” de todos esos productos que hacía tiempo ni volteaban a ver. Y usted sin cargo de conciencia alguno porque “ re-remarcador que remarca a remarcador tiene cien años de perdón”.
3) EL MÉTODO DEL ASCENSOR: Aunque algo arriesgado, este método puede dar excelentes resultados para bajar los precios, lo único que se requiere es un poco de talento escénico, algo de imaginación y la complicidad de un amigo o vecino. Previo ensayo en su casa, al entrar en un ascensor que esté bien lleno, usted y su cómplice simularán una conversación en la que intercambiarán datos sobre “lo increíblemente barato que amaneció el queso en tal sitio” o la sorpresa que se llevaron esta mañana con “la oferta del kilo café en tal lugar”, procurando, exagerar lo más posible usando expresiones como “¡No te lo creo!”, “¡No puede ser!” o el clásico “¡Cooooño!” de coloquial uso. De allí a que esa bola ruede y el rumor se convierta en irrefutable verdad solo hay un paso, que conducirá a una multitud de doñitas exigiendo en los puestos de queso y de café la venta de los productos mencionados a los precios que usted y su compinche convinieron como reales y sin abuso. ¿Qué le parece la idea?.
En una próxima entrega, me comprometo a compartir nuevas recomendaciones, incluidos mis audaces métodos para confundir y contribuir con el extravío de la gente que pide direcciones y mi novedoso sistema para dejar nuestras huellas y escritos en aceras que acaban de pavimentar. Hasta la próxima.