Armando Carías
Aunque usted no lo crea, hubo un tiempo en que “El Nacional” fue un periódico serio. Más aún, en el pasado, hasta periódico llegó a ser.
Y no es precisamente la falta de papel que de un tiempo a esta parte limita su versión impresa, la razón por la que ha dejado de serlo, sino la inocultable distancia con los principios, valores y calidad periodística que un medio de comunicación se debe a sí mismo y a sus seguidores.
Quiero referir, en esta segunda entrega de mis “Memorias de un Pasante Subpagado””, una anécdota muy personal que refleja lo antes dicho y que se distancia del tono jovial que solemos darles a nuestros escritos en CuatroF.
Corría el año 1980 (¡rodó esa cédula!) y el suscrito acababa de salir de la dura experiencia de “La Tragedia del Orinoco”, en la cual fallecieron dieciocho integrantes del grupo “Madera” y uno del grupo “El Chichón”, mi inolvidable amigo y entrañable hermano David Colina.
Como director del grupo teatral, estudiante de periodismo y sobreviviente del naufragio de la falka “Esther”; me vi convertido sin buscarlo, en vocero de los hechos y testigo de primera línea de los
acontecimientos.
No eran muchos los medios que le daban vocería a las denuncias y señalamientos de un grupo de artistas, de procedencia popular , al momento de fijar responsabilidades que apuntaban directamente a sectores de poder y, de manera precisa, a las máximas instancias gubernamentales.
Entres las instituciones y personas a las que se les exigía responder por lo sucedido figuraban la Fundación del Niño y su presidenta, la Primera Dama de la República, el Ministerio de la Juventud, el Consejo Nacional de la Cultura, la Gobernación del estado Amazonas y la Guardia Nacional destacada en Puerto Ayacucho.
Los nombres de Betty Urdaneta de Herrera Campims, Charles Brewer Carías, José Luís Alvarenga y hasta del propio Presidente de República, salieron a relucir y abundaron las exigencias de un pronunciamiento oficial e indemnización a los familiares de las y los sobrevivientes, indemnización que nunca llegó.
Sorpresivamente, mientras la mayoría de los medios silenciaban nuestras voces que clamaban justicia, fue “El Nacional” uno de los pocos periódicos que visibilizó nuestro dolor y nuestro reclamo de justicia. Por supuesto que tuvo mucho que ver la acción solidaria y ética de un periodista que, más allá del vínculo familiar que nos unía, supo valorar los hechos en su justa dimensión informativa y al día siguiente del hundimiento de la embarcación, me cedió su oficina para que relatara lo sucedido sin guardarme una sola palabra: mi tío Germán Carías.
El titular de la mañana siguiente: “Ellos no sabían nadar…se quedaron…se quedaron”, ganó primera página y el despliegue fotográfico en la portada del Cuerpo C, puso en el tapete noticioso lo sucedido, revelando situaciones que develaban la realidad de lo acontecido y el perverso juego de poder que había pretendido ocultar la verdad.
Hoy, a casi cuarenta años de aquel fatídico momento, resulta impensable que “El Nacional” de estos días, tutelado por intereses que lo distancian del sentir popular y de las necesidades de los sectores más vulnerables; pueda tener el más mínimo gesto de solidaridad hacia los desposeídos de siempre.
Por eso afirmamos que, ciertamente, hubo un tiempo en que por los lados de Puente Nuevo a Puerto Escondido se imprimía un periódico que hacía honor a sus fundadores y al lema , que como estandarte del buen periodismo que bien supo representar aquellos días, mostraba con orgullo en sus páginas: “Se hace camino al andar”.