Jorge Rodríguez (Carora, 16 de febrero de 1942 – Caracas, 25 de julio de 1976) es uno de los dirigentes revolucionarios que más ha aportado en el proceso de creación heroica del socialismo venezolano. Fue un verdadero filósofo de la praxis en el sentido de que fue capaz de dar aportes importantes en el plano de la teoría y a la vez contribuir en la formulación práctica de las tácticas y estrategias de lucha del pueblo en aras de alcanzar su emancipación.
Vivió en la época cuando la mayoría de los partidos de izquierda se alineaban a uno de los polos del socialismo para entonces en pugna (China, URSS, el eurocomunismo). Él se deslindó y buscó un camino propio para entender y transformar la realidad venezolana. Nacieron así la Liga Socialista (fundada en 1973), el MEUP (Movimiento Estudiantil de Unidad con el Pueblo) y la OR (Organización de Revolucionarios) herederos de las raizales tradiciones de lucha de los obreros, campesinos y estudiantes del país.
En aquel tiempo, la izquierda estaba atomizada en pequeños grupos muy dogmáticos y sectarios. Él ayudó a crear canales de entendimiento y redes sociales que forjaban alianzas y convergencias fundadas en acciones que nos acercaban y nos integraban. Como un San Francisco nuestro era un instrumento de la paz: donde había odio, ponía amor; allá donde había ofensa, ponía el perdón; y donde había discordia, ponía la unión.
En aquel momento predominaba el desaliento en el seno del movimiento popular; y los partidos de derecha (AD y COPEI) lucían eternos y arrogantes al punto que se alternaban en el poder sin que nadie osara desafiarlos. Entonces él lanzó su llamado a trabajar “allí donde están las masas” para fracturar la hegemonía puntofijista, y crear así las bases sociales de un futuro movimiento revolucionario iluminado por la esperanza.
Para la época las palabras “Comunismo” y “Socialismo” eran anatematizadas por los edecanes de la burguesía y su guardia pretoriana intelectual. Él expresó su convicción de que la única alternativa válida frente a las iniquidades de la sociedad capitalista era el socialismo revolucionario. Con Rosa Luxemburgo repitió: “Socialismo o barbarie”. Insistió en que solo podríamos construirlo a través de la lucha de clases y el poder popular. De allí el lema “el socialismo se conquista peleando, peleando hasta vencer que el pueblo organizado conquistará el poder”. De allí también que muchas veces al final de sus discursos reivindicara el color rojo como símbolo de nuestras luchas. Recalcó: “No somos anaranjados, ni somos azules, ni somos color tierra. Somos rojos. Porque rojo es el color de la Revolución”.
Tal y como la señalara David Nieves: “En la medida en que pase el tiempo y se vean más claros los caminos que Jorge contribuyó decisivamente a abrir se comprobará que son indestructibles y se dará una gran valoración a la obra que un hombre poseído por la maravillosa luz de los conductores de pueblos, supo plasmar”.
Jorge Rodríguez asumió a plenitud, junto a otros, los riesgos de una existencia consagrada a la lucha por una Venezuela soberana, y estuvo siempre en las primeras filas del combate cuando hacerlo era demasiado riesgoso. Fue detenido en Alta Vista, Catia, cerca del actual Parque Alí Primera el 25 de julio de 1976. Se le acusaba de estar involucrado en el secuestro de William Frank Niehous (presidente local de la compañía norteamericana Owens Illinois) hecho ocurrido el 27 de febrero de 1976. El personaje era en realidad un agente encubierto de la CIA: había participado bajo las órdenes del embajador estadounidense Harry Shalaudeman en el Golpe Militar contra el presidente chileno Salvador Allende en 1973.
Los verdugos de Jorge Rodríguez no tuvieron compasión alguna con él. Como buitres sanguinarios lo torturaron hasta causarle la muerte. Muchos vecinos de Catia vieron cómo en plena calle lo golpeaban salvajemente, antes de llevárselo para la carretera panamericana y luego a los sótanos de la muerte de la policía política. Jorge sabía que de esa no saldría vivo. Pero había asimilado los versos del revolucionario cubano Rubén Martínez Villena (1899 – 1934): “El honor vale tanto como la vida. Y a presencia de ese pueblo noble que nos sigue, juramos salir de la lucha con honor”. Y así fue. Tal y como lo recuerda Fernando Soto Rojas. “Jorge era un hombre de sólidos principios éticos y morales y por eso, en la etapa final de su lucha (en la soledad de una oscura celda) venció”.