Empieza uno de los meses favoritos de la oposición para perder los papeles. Ya llevan tres abriles sangrientos y aspiran al cuarto
2002: el 11 que tuvo su 13
El primer abril feroz de la oposición fue el de 2002. Una pandilla de viejos y aparentemente nuevos dirigentes políticos, sindicalistas en decadencia, el empresariado más recalcitrante, jerarcas de la iglesia católica, dueños de medios y figuras faranduleras, todos bajo la coordinación de las fuerzas imperiales, arremetieron contra el gobierno revolucionario y lograron derribarlo.
Sin embargo, la victoria fue efímera. En apenas dos días ya habían perdido el control.
Desde entonces se estableció la frase «cada 11 tiene su 13».
En ese primer abril se sembró –tristemente- la semilla de la impunidad. Al magnánimo perdón del comandante Hugo Chávez (es memorable la escena del crucifijo, tras su triunfal regreso a Miraflores) los favorecidos pagaron con ingratitud.
Un poco después, un Tribunal Supremo de Justicia controlado por la quinta columna, liberó de culpas a todo el mundo con aquella sentencia según la cual el presidente no estuvo secuestrado por una banda de golpistas, sino custodiado por generales preñados de buenas intenciones.
Al poco tiempo, en vista de la falta de castigo, se montó el circo de la plaza Altamira y, a finales de año, se atentó contra la industria petrolera con un paro-sabotaje.
2013: la calentera del niño mimado
El segundo abril violento de la derecha sobrevino en 2013. Apenas un mes después de la partida física del comandante, se realizaron las elecciones presidenciales en las que resultó ganador Nicolás Maduro por un margen superior a 200 mil votos.
El derrotado, Henrique Capriles Radonski, montó en cólera. Públicamente, la misma noche de los comicios, llamó a sus huestes a descargar la rabia que los carcomía. El resultado fue otra colección de muertos, heridos y de gente que mató a otros y se desgració su propia vida por andar haciéndole caso a semejante líder.
Como es habitual en la oposición, nadie asumió la responsabilidad. Capriles dijo que su llamado fue a tocar cacerolas y un viejo periodista que atizó las bajas pasiones con chismes baratos, se excusó diciendo que lo suyo no pasó de ser unos inocentes tuits.
2017: con el excremento como emblema
La oposición tuvo su tercer abril sangriento en 2017, luego de haberse mudado a febrero en 2014, con un saldo no menos trágico.
Lo de 2017 fue una verdadera pérdida de papeles, pues hablamos de una coalición opositora que venía de ganar el más reciente proceso electoral, en diciembre de 2015, de una manera contundente. En 2016 se ocuparon de dilapidar la fortuna que habían logrado reunir. Se dedicaron a amenazar y pronunciar ultimátum. Al llegar abril de 2017, el salto de talanquera de la fiscal general Luisa Ortega Díaz les dio el aliento necesario para intentar de nuevo la vía violenta.
Esta vez todo fue más brutal. Las guarimbas de otros años se hicieron aún más criminales. Se usó a jóvenes y adolescentes, a quienes se armó con artefactos llamados de “fabricación casera”, tan peligrosos para ellos mismos como para sus potenciales víctimas. Se atacó a instalaciones y vehículos del Estado, hubo linchamientos mediante los métodos más crueles que uno pueda imaginar y se intentó perseguir y arrinconar a cualquier persona que fuera o pareciera ser chavista.
Este tercer abril fue el punto de partida de una casi-guerra civil y muchas de las heridas siguen abiertas, una vez más por la impunidad que rodea a muchos de los crímenes cometidos entre ese mes y julio.
Abril 17 tuvo, además, un asqueroso emblema: el de las bombas de excrementos, bautizadas como puputovs. ¡Tremendo aporte del antichavismo al debate político nacional!
2018: amenazas que rondan
Estamos en abril. A pesar de las tremendas dificultades que sufre la población, como consecuencia de la guerra declarada del capitalismo contra Venezuela, el mes tiene el aspecto de un abril pacífico. Sin embargo, eso no significa que no existan graves amenazas.
Sabios de la política, entre ellos el periodista José Vicente Rangel, han prendido alarmas de tsunami. Con la información que manejan pueden calibrar las asechanzas que existen y que podrían ejecutarse antes de las elecciones presidenciales, ya que su fin es sabotearlas, patear el tablero de la democracia.
Hasta ahora no se han presentado los síntomas clásicos de los anteriores abriles. No se ha recalentado la calle ni se ha producido alguna traición especialmente notoria que afecte la correlación de fuerzas. Pero en este lado del espectro político todos, sin excepción, somos picados de culebra y, por tanto, vale alertar sobre cualquier bejuco.
Twitter: @clodoher