Por Jonny Hidalgo
El voto, como toda elección, debe tener claridad de propósito. Esa es una de sus cualidades más importantes. Por generaciones, los partidos políticos realizaron campañas basadas en la emoción, el carisma y las falsas promesas, hasta que el pueblo dejó de creer en el sufragio como su único medio para el ejercicio de la soberanía.
En 1998, la candidatura a la presidencia del Comandante Chávez, tuvo un propósito claro: “hay que sacar a la patria del sepulcro”. El 8 de diciembre de 2012, Chávez nos dio otra lección sobre cómo votar; para él, no debió ser sencillo escoger un sucesor, y lo hizo con el propósito manifiesto de que “en cualquier circunstancia, nosotros debemos garantizar la marcha de la Revolución Bolivariana, la marcha victoriosa de esta Revolución, construyendo la democracia nueva, que aquí está ordenada por el pueblo en Constituyente”. A diferencia de 1998, hay algo que defender: “tenemos patria”.
Y también tenemos problemas, además aderezados con pizcas de egocentrismo: Si hay inseguridad somos los más inseguros del mundo; si hay pobreza, entonces somos los más pobres; y si hay corrupción, los más corruptos. Aun así, no nos acercamos al sacrificio que hicieron las generaciones que nos dieron la independencia; en un proceso que casi deja al país sin habitantes. Tampoco nos aproximamos al sufrimiento de los pueblos que viven en territorios que hoy sirven como escenario de guerra entre potencias que se disputan algo. Los problemas que tenemos, no se resolverán con promesas electorales que hablan de fórmulas económicas, políticas, religiosas o viscerales. El meollo del asunto está en el Poder. Y para asegurar la marcha de la Revolución debemos asumir la opción que vislumbre el avance hacia la consolidación del Poder Popular.
La segunda cualidad, es la contundencia. El voto no puede ser ambiguo. Como la elección es colectiva, la contundencia se expresa en la cantidad de votos. Lo que decidamos tiene que ser con una mayoría que no deje espacio a la duda. En cada elección vacilar es perdernos, es abrirles las puertas a los demonios. ¡Seamos como Chávez! y generemos las condiciones necesarias para defender lo que somos, a nuestra nación e integridad territorial, elijamos con claridad de propósito y contundencia. La elección de Chávez fue contundente: “mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela”.