En un poema, el querido Aquiles Nazoa homenajeaba al maestro Prieto de una forma bastante particular, pues hablaba de sus orejas. Y si, en efecto, el maestro tenía unas orejas grandes. Creo, que eran así de grandes o se hicieron así de grandes, para poder escuchar a aquellos que no tenían voz. Digo esto, porque para el maestro, político y poeta, Luis Beltrán, el pueblo tenía derecho a educarse; y la nación, el deber de definir la doctrina educativa, y garantizar una educación “democrática, gratuita y obligatoria”.
Según el maestro, para “alcanzar una sociedad verdaderamente democrática”, era indispensable, “educar ciudadanos y ciudadanas con espíritu democrático” y con herramientas para desarrollarse económica y socialmente.
Desde la Asunción
Luis Beltrán nació en La Asunción un 14 de marzo de 1902, aquel año en que nuestras costas fueron bloqueadas por potencias europeas. Sus padres fueron Loreto Prieto Higuerey y su madre Josefa Figueroa, ambos margariteños, de origen humilde. Estudió primaria en la Escuela Federal Graduada Francisco Esteban Gómez y continuó estudios secundarios en el Colegio Federal. Además de estudiar, el niño Luis trabajaba como ayudante en una finca, a veces en una bodega cercana a su casa, y también como maestro en la misma escuela donde estudió. En 1925 se fue a Caracas a buscar un mejor porvenir. Continuó el bachillerato en el liceo Caracas (luego Andrés Bello), el cual era dirigido por el maestro y escritor Rómulo Gallegos, quien además le dio clases. Para poder subsistir, trabajó como vigilante privado del Instituto Bolívar de Rafael Naranjo Ostty, donde años después fue maestro y Director. En 1928 inicio estudios en Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Central de Venezuela y a la vez, dio clases en la escuela Ángel Rivas de El Valle.
Para el momento, se vivía la Venezuela gomecista, un régimen dictatorial y de alianza con las transnacionales petroleras, donde el analfabetismo que superaba el 80%.
Docente y político
Fue un convencido de la educación como asunto de carácter público, y no como privilegio de castas. En 1930 inició su carrera docente en diversos centros educativos de manera simultánea, trabajó en la Escuela Federal República del Brasil, en la República de Paraguay, el Liceo Andrés Bello y en la Escuela Normal de Caracas, que posteriormente se llamó Miguel Antonio Caro. A su vez, fue docente del Colegio San Pablo y del Colegio Católico Venezolano. Durante esos años consolidó sus ideas referidas a la necesidad de democratizar la educación, y estableció una importante red de docentes a favor de generar cambios en la educación.
A pesar de la dictadura, fundó en 1932, junto a Miguel Suniaga, Víctor Manuel Orozco, Luis Padrino, Cecilia Núñez Sucre, Mercedes Fermín, José Rafael Mena, José Antonio López, Rosa Venegas, Isaura Correa, Virginia Ruiz, Ana Gertrudis Soep, Manuela Álvarez, entre otros, la Sociedad de Maestros de Instrucción Primaria, con el fin de organizar al magisterio y preparar la reforma de la educación sobre bases pedagógicas de una “escuela nueva”, que promoviera la libertad del niño y del adolescente; y donde la actividad educativa estuviera centrada en los intereses cognitivos y afectivos de los estudiantes. Creía en una educación laica y en la vinculación entre la escuela y la comunidad.
Luego de la muerte de Juan Vicente Gómez, fue designado por el Congreso como presidente provisional, López Contreras, anterior ministro de guerra y marina del Benemérito. A partir de 1936 soplaron nuevos vientos, y se inició la implementación de ciertas reformas, que aun tímidas, permitieron la protesta abierta, la legalización de algunas organizaciones políticas y el espacio para la participación de algunas voces importantes. Por ejemplo, Rómulo Gallegos asumió el Ministerio de Instrucción Pública e hizo de conocimiento la grave situación de la educación en el país.
El movimiento impulsado por Prieto cobró fuerza y se logró realizar la Primera Convención Nacional de los educadores, que permitió crear la Federación Venezolana de Maestros. En abril de ese año, consignó al Congreso Nacional, el Proyecto de Ley Orgánica de Educación Nacional, en el cual propuso que la educación debía estar bajo la responsabilidad del Estado, planteó la gratuidad de la enseñanza y la obligación del Estado en ayudar a los más necesitados a acudir a la Escuela. Sin embargo, el Congreso, conformado en su mayoría por gomecistas, rechazó la propuesta.
Esto no lo desanimó y siguió como militante activo por la Escuela Nueva. Desde 1937 y hasta 1942, mantuvo en el diario Ahora, de Caracas, su página «La escuela, el niño y el maestro», desde donde divulgó su ideario político y filosófico sobre la educación. Igualmente participó en el partido Organización Venezolana (Orve) y en el Partido Democrático Nacional (PDN), que luego se transformó en Acción Democrática (AD). Allí fue el secretario general entre 1958 y 1959 y lo presidió entre 1963 y 1967. Se separó de dicho partido y formó el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), el cual dirigió casi hasta su muerte. Incluso fue candidato a la presidencia en 1968 y en 1978.
Desde 1945 hasta 1948, formó parte de la Junta de Gobierno y estuvo al frente del Ministerio de Educación entre 1947 y 1948 donde promovió una Ley Orgánica de Educación, que estableció como objetivo de la educación el “desarrollo armonioso de la personalidad, la formación de ciudadanos aptos para la vida y para el ejercicio de la democracia, el fortalecimiento de los sentimientos de la nacionalidad, la promoción del espíritu de solidaridad humana y el fomento de la Cultura (…)”.
Sin embargo, el 24 de noviembre de 1948 fue detenido junto a Rómulo Gallegos y a López Gallegos, trasladado al Cuartel de Miraflores y luego a la cárcel del Obispo. Finalmente fue deportado a La Habana. En 1951 la UNESCO lo incorporó a su misión cultural y educativa en Costa Rica y Honduras. Regresó al país en febrero de 1958, tras la huida de Pérez Jiménez.
Prieto participó en la creación de diversas instituciones entre las que destaca el Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE), con el objetivo de apoyar desde la formación al desarrollo productivo del país.
El Estado docente
Para el maestro Prieto, “todo Estado responsable y con autoridad real asume como función suya la orientación general de la educación. Esa orientación expresa su doctrina política y en consecuencia, conforma la conciencia de los ciudadanos”. El Estado Docente fue medular en su propuesta de transformación educativa, que contempló la educación y formación a docentes, el desarrollo de infraestructura física, un nuevo modelo centrado en los estudiantes y en el mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo. La visión del Estado como rector de la política educativa fue un planteamiento derivado del concepto Estado social de Hermann Heller, y de John Dewey en su obra Democracia y Educación.
El maestro
Su principal responsabilidad era luchar por elevar el nivel cultural de los habitantes de su país y ser un líder. A su juicio, “No puede ser educador quien ha perdido la capacidad para aprender. No puede ser educador quien no sienta la inquietud de renovación permanente, porque la educación es eso, un proceso de cambio y de transformaciones en el cual nosotros cambiamos con el mundo al mismo tiempo que intervenimos en el cambio en éste realizado. Educar es auto educarse”.
El alumno
Para Prieto, la actividad del educador debía desarrollarse como una función formativa, y el énfasis del proceso estaba en el respeto a la personalidad y capacidades del educando, a quien concibe como “ser y sujeto” del proceso educativo.
El 23 de mayo de 1993, el maestro Prieto cerró sus ojos. Sus ideas están más vigentes que nunca.