Por Armando Carías
Todo comenzó la mañana del viernes pasado, cuando las dolorosas escenas que se viven en México a raíz del terremoto que afecta a gran parte de la población, nos convocaban a una reflexión sobre la necesidad de incorporar a nuestro presentación de ese día, una acción referida a la conducta que debemos asumir ante un fenómeno sísmico.
-¡Muchachos!, les dije a los integrantes de nuestro colectivo, ¡métanse en Internet y averigüen todo lo que puedan sobre el tema!…¡esta tarde tenemos que presentar algo!, les arengué, intentando darle a mis palabras un cierto tono heróico, que se desplomó con su desconcertante respuesta: “Armando…no tenemos internet”.
Fue entonces cuando Niobe, Angélica y Ronald me regresaron al siglo XX: “pero allá abajo está la gente de Protección Cívil. Podemos hablar directamente con ellos”.
En menos de cinco minutos, interconectados por la fibra óptica de lo humano, los tres estaban hablando con el oficial II Jesús Velásquez, director encargado de la Dirección de Preparación para Casos de Desastre, del Gobierno del Distrito Capital, quien con pedagógico manejo del tema, les dio en dos horas un taller intensivo sobre terremotos.
Les informó sobre los ciclos que suelen darse entre los movimientos sísmicos, les instruyó sobre las capas tectónicas, les alertó sobre la manera de conducirse cuando se está dentro de una estructura de gran tamaño, les orientó acerca de las previsiones que debemos tomar ante la posibilidad de un fenómeno de tal naturaleza y, al cierre, se puso a la orden para impartirnos un taller con las técnicas y destrezas para la atención primaria en casos de desastre.
Como a eso de la una de la tarde regresaron a Comunicalle. Al grupo se habían sumado Ruffino y Gabriel. Todos venían con los ojos llenos de asombro, como si hubieran descubierto un tesoro que querían compartir.
De inmediato se pusieron a trabajar: “Manuelita”, un títere que representa a la infancia nacida en Revolución, sería la narradora, poniendo como ejemplo el taller de alerta sísmica que le habían dado en la escuela. A sus instrucciones, el elenco de Comunicalle, iría representando las situaciones que suelen darse en estos casos.
Dos horas más tarde, ante los paseantes de la esquina de Gradillas, fue el estreno. Cinco horas habían pasado del inicio de la idea y ya estábamos recibiendo los aplausos del público.
Cuando regresamos a nuestro local, exhaustos y satisfechos, internet seguía sin llegar.