El domingo siete de enero en la noche, mi guasap sufrió una crisis humanitaria. Lo acribilló un gentío para alertarme porque supuestamente al día siguiente, el Metro de Caracas quedaría bajo dominio y control de una masa trabajadora «pedrocarmonada» que violaría mi derecho al libre tránsito. La advertencia, en algunos casos salidos del buen corazón de varios panas, tuvo la carga suficiente para poner a temblar sobre todo a quienes dependemos del carro de Lola.
La crisis humanitaria, como señalé, fue implacable durante esas horas nocturnas contra el guasap y solo contra esa aplicación tecnológica, porque a mí no me pisó ni un riel de mis tranquilos nervios. Siempre supe que se trató de una jugada más dentro del campo de rumores que las y los criminales de la derecha, canalizan como estrategia de guerra contra el gobierno de Nicolás Maduro, blanco final del repudio colectivo que sueñan generar.
A mediados de semana el laboratorio de lo que ahora llaman «feik nius», intentó otro suicida toque de bola «casualmente» de nuevo en el espectro Metro. Alguien que trabaja en el sistema y de quien me consta su seriedad porque le conozco desde hace 22 años, casi cae en la trampa. Ingenuamente, otorgó una pizca de crédito a supuestos hedores en los talleres ubicados en Pro Patria, «y me dicen que son los perniles que se pudrieron porque el sindicato no quiso entregarlos en diciembre».
Obviamente, el asunto no pasó de ser una burbuja llena de, adivinen: guasaps, que intentó enriquecer a pocos en detrimento de muchos que maduramente –y acá viene lo bueno- no se comieron ninguno de los dos cuentos.
Por consecuencia lógica y luego de acumular una pesada serie de fracasos tras fracasos en la materia, la derecha apátrida se ha encargado de cavar su propia tumba en la consciencia del colectivo. Ya nadie le cree esto, ni esto y menos esto.
Ese lunes ocho, y el resto de los días, usé el servicio como de costumbre y –por otra parte-, en ningún diario vi la primera plana con la supuesta carne en estado de putrefacción. Como es fácil suponer, el hecho hubiese explotado al máximo por la prensa amarillista burguesa que cuando de inventar sucesos se trata, no escatima «recursos». Volvimos a vencer.
¡Chávez vive…la lucha sigue!