Alí Ramón Rojas Olaya
Hay mujeres que la historia anota entre laureles y otras que, aunque quedan registradas en humildes hojarascas, son tan gigantes como aquéllas. Ambas aportan a la patria y a la humanidad lo mejor de sus capacidades fraguadas en la sensibilidad. El 11 de octubre de 2017 la Universidad Nacional Experimental de las Artes le otorgó el título de Maestra Honoraria a la soprano venezolana Fedora Alemán, quien ese día cumplió 105 años de edad.
Aro de fe: Fedora
Este subtítulo no es un mero palíndromo, sino que en él se encierra la redondez, la palabra fe y el nombre de nuestra soprano Fedora Alemán, quien fuese felicitada en 1954 por Heitor Villalobos por “ser la mejor intérprete de la Bachiana brasileña N° 5 para ocho chelos y soprano” durante el Primer Festival de Música Latinoamericana celebrado en la Concha Acústica de Bello Monte. ¿Por qué homenajear a Fedora Alemán? Sencillamente por enaltecer nuestro gentilicio. Por ser pedagoga del canto. Por estrenar mundialmente en 1967 las Canciones sefardíes de Joaquín Rodrigo en el Ateneo de Madrid y en el paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid. Por recibir en 1971, el primer premio en el Certosa Festival de Italia. Por ser «pionera del canto lírico en Venezuela» como la reconoció la Universidad Simón Bolívar. Por ser elegida Mujer del Año en Venezuela en 1974. Por recibir en 1977 el Premio Nacional de Música. Por hacerse de la Orden Andrés Bello en 1992. Por ser honrada con el Doctorado Honoris Causa de la USB.
De ella escribió Alejo Carpentier en reseña publicada en El Nacional sobre el estreno en Venezuela de El Retablo de Maese Pedro de Manuel de Falla en 1955 bajo la dirección del maestro Pedro Antonio Ríos Reyna, que: “Fedora Alemán, en el papel de Trujalmán, se desenvolvió con una soltura, un dominio del mpapel, una naturalidad de cantante que hubiera animado cien veces el personaje cervantino. Hubo en su interpretación esa difícil espontaneidad, requerida por las intenciones del compositor, que sólo podía lograrse con un dominio absoluto de lo escrito. Mucho debe el éxito logrado por el estreno de la obra en Caracas a la actuación de esta magnífica artista venezolana”. El escritor y musicólogo cubano sobre la participación de la soprano en la Cuarta Sinfonía de Gustav Mahler con la Orquesta Sinfónica Venezuela bajo la conducción de Jascha Horenstein en 1957, dijo: “Fedora Alemán, nuestra admirable cantante, interpretó la parte vocal con la pureza de estilo, la inteligencia interpretativa, que le son propias”.
Muchos compositores le dedicaron obras a la maestra Fedora Alemán: Antonio Estévez, fundador del Orfeón Universitario de la UCV, la canción para soprano y piano La renuncia con poesía de Andrés Eloy Blanco, Por los caminos de Zorca y Petrea de Blanca Estrella de Méscoli, Vuelas al fin de Moisés Moleiro, Canción a Fedora de José Reina, Giraluna lejana de Inocente Carreño, Alma no me digas nada de Ana Mercedes Asuaje de Rugeles, Naranjas de Valencia de María Luisa Escobar y Pájaro del agua de Joaquín Rodrigo.
El título otorgado por Unearte, recibido por dos nietas Fabiana y Fedora Di Polo, significó saldar una deuda histórica. Caribay Saavedra, estudiante de música, interpretó magistralmente la Bachiana de Villalobos. Su maestra y madre, María Elena Vargas, cantó Desesperanza y Naranjas de Valencia de otra célebre venezolana, María Luisa Escobar, acompañada al piano del maestro Edgar Macedo. Fedora es aro de fe porque sigue arando con convicción su carrera.
¡Nunca fue tan hermosamente negra la aurora!
El 12 de septiembre de 2017 partió físicamente la luchadora social Epifania Sánchez. Era como la punta de un iceberg que bajo la superficie de la mole aguardó la oportunidad para emerger cuando las aguas se calentaron. Epifania Sánchez fue una trabajadora doméstica, obrera, una mujer de barrio. Vivió en el barrio caraqueño Los Sin Techos en El Cementerio en los años sesenta. Fue militante de la Juventud Comunista y le salió al paso al llamado de los tiempos para combatir la furia represiva del betancourismo. Se fue a las montañas de Falcón, tomó su fusil y se hizo guerrillera. Quería el poder para el pueblo. La negra Aurora era la parte más visible de un torbellino: el epicentro de un huracán en movimiento. Nada la detenía. Avanzaba en multitud. A su paso íconos y murallas fueron derribados. Su voz sigue siendo un eco que retumba y se multiplica.
Las huellas de sus botas están indelebles en cada espacio de la Sierra falconiana. De ella dice Nancy Zambrano: “la conocí en la cárcel, en el cuartel San Carlos, el primer recuerdo que me viene es que pasó a ser una de las más asiduas lectoras de los libros que allí nos llegaban, disciplinada, asistía a todos los cursos, tenía una sed de aprender permanente”. Cuando mujeres revolucionarias de la talla de la negra Aurora caen otros combatientes ocupan de inmediato su puesto y enarbolan su bandera. Al morir, nunca se van del todo: quedan flotando en el aire y su espíritu alienta el alma de los pueblos que luchan. Dejan de ser “yo” y se convierten en “nosotros”. Toman el cielo por asalto y siembran de horizontes los poblados. Construyen nuevos senderos de esperanza. La muerte de Epifania Sánchez, en palabras de Martí, “nos lleva el dedo por sobre el libro de la vida: ¡así, de esos enlaces continuos invisibles, se va tejiendo el alma de la patria!”. Nunca fue tan hermosamente negra la aurora como cuando Epifania Sánchez amó profundamente la patria de Bolívar.
Fedora y Epifania
“Me han estremecido un montón de mujeres, mujeres de fuego, mujeres de nieve”, nos canta Silvio Rodríguez. Fedora Alemán y Epifania Sánchez son una muestra de la convergencia, de la venezolanidad, de la unidad, de la lucha y constancia por un mundo mejor. Ambas representan la coincidencia y minimizan las diferencias. Fedora nació en Caracas en 1912, el mismo año en que el trasatlántico inglés Titanic se hundió y una hambruna acabó con la vida de indeterminado número de personas en Paraguaná. Epifania nació en la pobreza extrema de la Cuarta República. De Fedora dijo en una ocasión Ana Mercedes Asuaje de Rugeles: “Hoy, la majestad de Fedora con su otoñal belleza es como un inmenso relicario que guarda tesoros invalorables, conquistados en este tránsito irreversible que es vivir. Su presencia ilumina los espacios, cantando o callada siempre será Fedora, la sin par Fedora. Quédate así, amiga, mucho tiempo todavía”. De Epifania Sánchez, la primera guerrillera que subió a las sierras de Falcón, reseñó la Tribuna Popular el 29 de agosto de 1963: “Epifania era en Caracas, en Santa Rosalía, presidenta del Comité Femenino de la Junta Pro Mejoras. Pedía agua, escalinatas, luz, sanidad; servicios que no llegaron y que ahora conquistará fusil en mano”. Fedora y Epifania nos convocan a la unidad nacional desde distintas formas de entender la lucha.