A casi 200 años del nacimiento de Marx, en un sistema-mundo fragmentado y devastado, la información de guerra, la información manipulada, tiene un rol fundamental, como lo demuestra la nueva agresión a Siria y también a propósito de lo que acontece en América Latina.
Se ha visto recientemente con la elección del nuevo presidente cubano Miguel Mario Díaz-Canel. Como de costumbre, los periodistas occidentales han trazado el perfil del nuevo mandatario poniéndole calificativos con las mismas frases hechas con las que acompañan a los artículos sobre el “régimen” cubano.
Más que todo se han ejercitado imaginando por enésima vez el fin de la revolución, mediante una “transición” siempre más distante de los principios que han guiado a los jóvenes del Granma y el asalto al Cuartel Moncada, cuando Canel no había nacido.
De como funciona el sistema político en Cuba – un estado socialista en el que el poder es ejercido por el pueblo mediante las Asambleas del Poder Popular – no se ha explicado nada al lector de los medios capitalistas. En compensación, se le ha dado la ecuación entre el joven Díaz-Canel que llevaba los cabellos largos y amaba el rock con aquella del “reformista”, defensor de “una mayor apertura” de la isla que, para la prensa burguesa, indica una dirección precisa: aquella que conduce al capitalismo occidental al que Cuba estaría destinado. Que el nuevo presidente haya dicho con firmeza que su mandato se sitúa en un línea de la continuidad con la revolución, ha servido de poco.
En América Latina, este año se han desarrollado y se desarrollarán diversas elecciones. En algunos países han sido electos verdaderos herederos de dictadores, como ha sucedido en Paraguay. En otros, como en Chile, han llegado al poder personajes como Sebastián Piñera, con quien retornaron y recrudecieron las protestas juveniles. En Honduras y en Colombia, el voto se ha reducido a un simple papel que se borra cuando no le gusta a los Estados Unidos. Pero la llamada comunidad internacional se cuida bien de alzar la voz. Como siempre vale el dicho: perro no come perro.
Los ladridos se desperdician, en cambio, contra la democracia participativa que nuevamente se pone en marcha hacia el voto en Venezuela. La alerta es máxima. Se teme una invasión armada, abierta o disfrazada de “intervención humanitaria” en la frontera colombiana. El domingo 22 de abril, los movimientos populares han hecho sentir su solidaridad con un “twittazo” internacional, que enseguida se ha convertido en tendencia a nivel mundial, el mismo día cuando el Presidente Maduro ha recordado los 148 años del nacimiento de Lenin, “arquitecto y líder de la Revolución de Octubre, dirigente del estado soviético e inspirador de los pueblos que luchan por el socialismo”, ha dicho.
La historia de la Revolución sandinista en Nicaragua y su derrota en la década de los 80 durante el siglo pasado, ha servido de enseñanza a los revolucionarios que han retomado las banderas de lucha en América Latina. El Frente sandinista ha regresado al gobierno y ha tratado de levantar un país devastado, aceptando compromisos inimaginables en el tiempo de la revolución. Pero el “pacto de unidad nacional” suscrito con empresarios, alcaldes domesticados, viejas oligarquías y nuevos ricos ha entrado en crisis luego del ultimátum impuesto por el Fondo Monetario Internacional al gobierno de Daniel Ortega.
El viejo dirigente sandinista ha tratado de mitigar sus consecuencias, y evitar la privatización del sistema de jubilación haciendo pagar más a los patrones. Demasiado, de todas maneras, para la oligarquía que ya tenía listo el escenario y ha tratado de incendiar la pradera.
Guarimberos nicas: piedras y símbolos yanquis
El esquema desestabilizador es siempre el mismo, alimentado por las corporaciones mediáticas que se sirven de las redes sociales para mostrar manifestantes “pacíficos” contra la “dictadura”. Circulan videos conmovedores construidos y estudiados que no muestran las acciones vandálicas de los grupos que incendian, devastan, asesinan, destruyen instituciones públicas y que no tienen nada que ver con jubilados o con estudiantes. En uno de estos, el comentarista es explícito y permite entender: “Nicaragua no es Venezuela -dice- no queremos a Nicolás Maduro”.
El guión puesto en escena en Nicaragua es el mismo de las guarimbas en Venezuela, que el gobierno bolivariano ha logrado contener y desactivar no con las armas sino con la Asamblea Nacional Constituyente, votada por más de 8 millones de personas. En Nicaragua, el pueblo organizado tiene menos voz, al sandinismo que gobierna se pueden dirigir muchas críticas, pero es necesario al menos olfatear el viento cuando quienes activan las protestas son las oligarquías.
Porque quienes están conduciendo las protestas violentas en Nicaragua, pertenecen a un bloque que representa todo lo contrario a las ideas progresistas. No obstante, si son amantes de la acostumbrada retórica “democrática” y exhiben los perfiles de algunos exguerrilleros más cómodos en Norteamérica que en Managua: quienes se han manifestado favorables a las sanciones estadounidenses del Nica Act, desde hace tiempo obsesionados por el proyecto de desencadenar las “guarimbas” también en Nicaragua.
Ya lo ensayaron en ocasión del canal interoceánico proyectado con los chinos, pero no ha funcionado. Han intentado con el incendio de la reserva de Indio Maíz y han fracasado. Ahora, en cambio, el plan ha funcionado. Ortega ha retirado el decreto, pero la trampa se había activado ya.
Ahora, luego de haber celebrado el presidente colombiano Santos, premio Nobel por la paz, ya los medios de guerra dejan morir en el silencio al exguerrillero Jesús Santrich, en huelga de hambre indefinida desde hace 15 días. Jesús ha sido llevado a la cárcel por orden de los Estados Unidos. Un arresto construido a propósito para impedir su presencia en el Parlamento, ya decidido en las negociaciones en las que Jesús era uno de los mediadores, porque para los medios la ecuación que debe pasar es aquella entre la guerrilla y narcotráfico, para desacreditar hasta las últimas consecuencias a los mismos ideales: aquellos del comunismo y del siglo de las revoluciones. Colonizar el imaginario sirve para prevenir el gran miedo.
Traducción Gabriela Pereira