Por Jonny Hidalgo
Para la oligarquía estadounidense de finales del siglo XIX, los inventos de Tesla amenazaban sus intereses, pues dejaban obsoletas a las tecnologías que aún no generaban los beneficios esperados por los inversionistas. Por ello, no se masificó el uso de la electricidad inalambrica (“witricidad”) o de la turbina sin aspas. Sus inventos eran aceptados forzosamente en la medida en que respondían a necesidades inmediatas de la industria de entonces; así fue como su sistema de corriente alterna se impuso al de corriente directa, pues no tenía las limitaciones técnicas de esta.
Para Tesla, inventos suyos como el motor de inducción eran solo mejoras a artefactos preexistentes, en las que aplicaba sus descubrimientos como el campo magnético rotatorio. Pronto se dedicó a idear formas de “aumentar la energía humana”. Pensaba sobre la necesidad de obtener grandes cantidades de energía sin consumir materia y transmitirla sin utilizar cables. Estas ideas ya no solo contrastaban con los intereses del mercado, sino con la propia existencia del mercado energético.
Así concibió al “Sistema Mundial”. Este requería de lo mejor de sus descubrimientos: El Transformador de Tesla, el Transmisor de Aumento, el sistema inalámbrico, el “Arte de la Individualización”, y las ondas terrestres estacionarias. Estos componentes los combinó en una torre de 57 metros de alto con un terminal esférico de unos 20 metros de diámetro. Según él, esas dimensiones eran adecuadas para la transmisión de casi cualquier cantidad de energía.
J. P. Morgan financió la construcción de la torre de Tesla a cambio del control de sus patentes. Tan solo erogó 150 mil dólares. Tesla creyó que podría persuadirlo de incrementar el monto, explicándole el objetivo real del proyecto: Aprovechar la ionosfera y las ondas estacionarias de la Tierra, para transmitir comunicaciones y energía barata e ilimitada a cualquier parte del globo, sin necesidad de cables. Esto haría innecesaria a la mayor parte de la red eléctrica que había levantado aquella oligarquía. No había ninguna “visión de negocio” en eso. Morgan dejó de sufragar al proyecto y evitó que cualquier otro lo hiciera. Así fracasó el “Sistema Mundial” y, a la postre, Tesla murió sólo, empobrecido y desprestigiado en la habitación de un hotel.
Hoy, se recuerda a Nikola Tesla por sus inventos más que por sus ideas; lo que le permite a los poderes mundiales seguir desarrollando las tecnologías propuestas por él, pero con fines bélicos y mercantilistas.