Antiimperialista
Sandino que no tenía cara de soldado, sino de poeta convertido en soldado por necesidad, como escribió el sacerdote y también poeta Ernesto Cardenal, se sumó al ejército Constitucionalista de Nicaragua para luchar contra el intervencionismo norteamericano. Sobre su decisión de incorporarse a la lucha contó: «…en vista de los abusos de Norteamérica en Nicaragua, partí de Tampico, México (…) para ingresar al Ejército Constitucionalista de Nicaragua, que combatía contra el régimen impuesto por los banqueros yanquis en nuestra república.»
Sin embargo, la traición a las ansias de justicia del pueblo no se hizo esperar, y José María Moncada, líder de las fuerzas rebeldes liberales, pactó con Henry Stimson, emisario del gobierno norteamericano, y firmaron lo que se conoce como “la Traición del Espino Negro” o “el Pacto del Espino Negro”.
Ante esta situación, Sandino, quien había logrado constituir una columna conformada por hombres y mujeres del pueblo campesino, decidió no desmovilizarse y mantener la lucha hasta que los marines abandonaran el suelo nicaragüense: “Mi resolución es ésta: Yo no estoy dispuesto a entregar mis armas (…) Yo me haré morir con los pocos que me acompañan, porque es preferible hacernos morir como rebeldes y no vivir como esclavos”. Así que se trasladó al norte del país, a Las Segovias, donde inició una guerra de guerrillas, que rápidamente se regó como pólvora por todo el país, y que sorprendentemente, puso en jaque a las fuerzas estadounidenses y a los grupos mercenarios.
A la cabeza de su “Pequeño Ejército Loco”, como amorosamente lo llamó Gabriela Mistral, e inspirado en el ideario de Simón Bolívar, José Martí, Francisco Morazán, José de Vasconcelos, José Enrique Rodó y de su compatriota Rubén Darío, soñó la unión de todos los Estados de la América, con el fin de crear un bloque con identidad propia, unidad económica, política y en defensa de los pueblos, para enfrentar la doctrina Monroe, y garantizar la soberanía y la paz de toda la región. Al respecto afirmó: “(…) Los latinoamericanos, solo debemos pensar en nuestra unificación y comprender que el imperialismo yanqui es el más brutal enemigo que nos amenaza y el único que está propuesto a terminar por medio de la conquista con nuestro honor racial y con la libertad de nuestros pueblos… (Es necesario) formar un frente único y contener el avance del conquistador sobre nuestras patrias.”.
Para Herbert Hoover, presidente de los Estados Unidos de entonces, Sandino fue un bandido, mientras que The New York Times lo calificó de “insignificante jefe desequilibrado”. Por su parte Mistral, gran defensora de la causa sandinista, publicó varios artículos llamándolo “Hombre heroico, héroe legítimo”. Según Ernesto Cardenal, el ejército de Sandino, “era un ejército descalzo y sin casi sin armas, en el que todos eran iguales. Eran más una comunidad (…) Un ejército alegre, con guitarras y con abrazos”. Allí, ondeando la bandera rojinegra y luchando brazo a brazo con el pueblo, Sandino, hombre de acción e ideas se hizo general. Para él, “(…) los héroes se improvisan por las circunstancias del momento y siempre surgen de la clase del pueblo”.
Patria y Libertad
Yo soy hijo de Bolívar dijo con orgullo Sandino al poeta Max Grillo, para decir, tengo alma libertaria y mi lucha es por la soberanía, la independencia y la unión. Este gran bolivariano, nació el 18 de mayo de 1895, en el pueblo campesino de Niquinohomo, rodeado de plantaciones de café, maizales, tabacales y platanares. Fue hijo natural de don Gregorio Sandino dueño de hacienda, y su madre, Margarita Calderón, campesina. Como la mayoría, vivió la pobreza y la exclusión de la sociedad feudal, y desde niño, cada pedazo de pan que llevó a su boca lo pagó con trabajo duro.
Siendo un adolescente fue testigo de la primera gran intervención militar del imperialismo norteamericano en Nicaragua que culminó con el asesinato del general Benjamín Zeledón, en su opinión un gran presidente. A los veinte años dejó la hacienda para buscarse la vida. En Honduras trabajó una temporada en la Honduras Sugar & Distilling Company. Siguió a Guatemala y se empleó en la United Fruit Company, y posteriormente en México, en la South Pennsylvannia Oil Company y en la Huasteca Petroleum Company. Como vemos, todas empresas norteamericanas de extracción de recursos naturales y explotación de mano de obra local e inmigrantes.
En México vivió la revolución zapatista, los corríos y el pueblo en la calle luchando por tierra y libertad. Allí se relacionó estrechamente con grupos sindicales muy combativos, de formación antiimperialista y de tendencia anarcosindicalista, de los cuales asimiló el ideario del socialismo libertario, como la autogestión, la propiedad colectiva de la tierra y el establecimiento de relaciones igualitarias. En 1926, regresó a Nicaragua para emprender la lucha por la “Patria y Libertad”, lema con el cual, siempre firmó sus documentos y avivó el ánimo de su ejército-pueblo.
Las mujeres en la lucha
Centenares de mujeres se sumaron a la lucha sandinista y la participación de las féminas fue reconocida por Sandino de la siguiente manera: «Los actos de heroísmo de las mujeres que colaboraron en el ejército, no solo son muchísimos, sino que además las mayoría requieren largas historias para explicar los sacrificios que sufrieron y los peligros que enfrentaron por amor a la patria, y todas, campesinas, maestras de escuelas, enfermeras, amas de casa y aún señoritas de sociedad, rindieron servicios sin los cuales nuestra guerra no habría sido posible.»
El asesinato
Luego de más de 500 heroicos combates realizados entre 1927 y 1932, Sandino y el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, derrotan la intervención militar norteamericana, quiénes se retiran del país. Sin abandonar la lucha, firmó el 2 de diciembre de 1933 un acuerdo de paz con el presidente Sacasa. Sin embargo, el imperio no da tregua, y el 21 de febrero de 1934, el general de hombres libres fue asesinado junto a sus generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor.
Su muerte fue acordada entre el entonces embajador norteamericano, Arthur Bliss Lane, y Anastasio Somoza García, Director de la Guardia Nacional, quien luego implantó férrea dictadura en Nicaragua.
Aquel Hombre
por Pablo Neruda
“Después Sandino atravesó la selva
y desempeñó su pólvora sagrada
contra marinerías bandoleras
en Nueva York crecidas y pegadas:
ardió la tierra, resonó el follaje,
el yanqui no esperó lo que pasaba,
se vestía muy bien para la guerra
brillaban sus zapatos y sus armas
pero por experiencia supo pronto
quiénes eran Sandino y Nicaragua.
(…)
Sandino acometía y esperaba,
Sandino era la noche que venía
y era la luz del mar que los mataba.
Sandino era una torre de banderas,
Sandino era un fusil con esperanzas.
eran muy diferentes las lecciones,
en West Point era la limpia la enseñanza,
nunca les enseñaron en la escuela
que podría morir el que mataba
los norteamericanos no aprendieron
que amamos nuestra pobre tierra amada
y que defenderemos las banderas
que con dolor y amor creadas (…)”.