Por José Gregorio Linares
Cuando los suramericanos ya habíamos derrotado definitivamente al imperio español, se presentó un nuevo peligro. En 1825 la provincia de Chiquitos, que pertenecía a Bolivia, fue invadida por el imperio de Brasil con la pretensión de anexarla a su territorio. Los invasores brasileños dirigidos por el coronel Manuel José de Araújo exigieron a las tropas patriotas dirigidas por Sucre abstenerse de regresar al mencionado territorio, pues si lo hicieren “desolarían la ciudad misma, de la cual no dejarían sino fragmentos de lo que fue para memoria de la posteridad». No contento con esto, el comandante Araújo envió al Gran Mariscal de Ayacucho lo que Bolívar llamó una «bárbara e insolente intimidación». (Documento 10379 del Archivo del Libertador: Arequipa, 30 de mayo de 1825)
Sucre le responde al invasor de manera terminante: “Uds. han cometido una agresión injusta”, les reclama. Insiste en que este acto “es la violación más escandalosa del derecho de gentes y de las leyes de las naciones, y un ultraje que no sufriremos tranquilamente”. Enfatiza: «Nuestro gobierno desea el mantenimiento de la paz y de la más estrecha amistad entre los gobiernos americanos, pero no teme de nadie la guerra: poco ha que acaba de humillar diez y ocho mil soldados de sus más orgullosos enemigos, y sus ejércitos están dispuestos para hacerse respetar y castigar a los injustos”. De inmediato, le exige al comandante agresor que abandone el territorio usurpado; y le informa que ya ordenó al ejército patriota que “marche contra Ud. y no se contente con liberar nuestras fronteras, sino que penetre al territorio que se nos declara enemigo, llevando la desolación, la muerte y el espanto para vengar nuestra patria, y corresponder a la insolente nota y a la atroz guerra con que Ud. la ha amenazado”.
El Libertador no se quedó atrás. Analizó con gran cuidado la situación y tomó la ofensiva. Asumió que dicho acto de provocación, una “atrocidad abominable” la calificó, podía ser parte de un plan de las potencias europeas agrupadas en la Santa Alianza Europea (Inglaterra, Francia, Rusia, España) para lanzarnos a una guerra con Brasil y así comenzar su reconquista de las posesiones coloniales perdidas. Para enfrentar la arremetida no dudó en organizar un operativo continental de resistencia anticolonial. Ordenó: “Debemos, pues, prepararnos para una larga contienda con la mayor parte de la Europa. Creo que lo primero que debemos ejecutar, si la Santa Alianza se mezcla en nuestros negocios, es que el Perú y Buenos Aires ocupen inmediatamente el Brasil; Chile a Chiloé; Colombia, Guatemala y México deben ocuparse de su propia defensa, y toda la América formar una sola causa, atendiendo todos a la vez a los puntos atacados o amenazados. Para formar esta liga y este pacto, es más urgente que nunca la reunión de los federados en el Istmo de Panamá, a fin de tomar aquellas medidas anticipadas y preparatorias que demanden las circunstancias”.
Afortunadamente, la decidida intervención de nuestros libertadores y la inteligente acción de la diplomacia lograron sortear el peligro de una conflagración bélica entre la América insurgente contra la Europa expansionista y su peón brasileño. De modo que no fue necesario emprender una guerra para defender nuestra independencia y soberanía. Pregunto: Y si fuimos capaces de organizarnos para defender la provincia de Chiquitos cuando fue amenazada por el imperio de Brasil al servicio de las potencias expansionistas europeas, ¿qué no seremos capaces de hacer por Nuestra Venezuela, ahora cuando Estados Unidos, acompañado por sus socios menores, amenaza con aplicarnos sanciones, bloquearnos e invadirnos?
En aquella época ya Bolívar y Sucre organizaban la resistencia continental antiimperialista, la unión de toda Suramérica para enfrentar a los invasores. Hoy nos toca seguir su ejemplo y aplicar su doctrina de defensa integral de la Patria. Ello implica continuar creando conciencia de los peligros que se ciernen sobre Venezuela, de los propósitos económicos y geopolíticos de nuestros enemigos externos, del papel que juegan sus aliados estratégicos en el plano internacional, del rol que desempeñan los pitiyanquis internos. Asimismo, es indispensable continuar organizando la resistencia popular en todos los niveles, desde el cultural hasta el tecnológico, pues la dependencia nos hace vulnerables. Además, tal y como lo demostraron Bolívar y Sucre, debemos mantener en alto las banderas de la dignidad, y continuar desarrollando una estrategia de unión latinoamericana para defender cualquier nación o pueblo amenazado. Repetimos con nuestros ancestros: “Nuestro gobierno desea el mantenimiento de la paz”, pero no nos doblegaremos ante la «bárbara e insolente intimidación”.