En casi veinte años de existencia, el proceso bolivariano ha sufrido todo tipo de ataques: una guerra de baja intensidad que ha tenido un pico durante el golpe contra Chávez del 2002 y un incremento de los resultados inciertos en el curso de los últimos 5 años acontecidos luego de la muerte de Chávez y la elección de Maduro, considerada insoportable para aquellos poderes interesados en aprovecharse de la coyuntura que ha significado la llegada de Trump al gobierno.
Para hacer caer a Maduro, el imperialismo ha puesto en juego estrategias diversas para intensificar las contradicciones, los errores y las debilidades de un laboratorio de ideales y esperanzas que ha contrarrestado fuertemente el objetivo expansionista del complejo militar-industrial, motor del sistema capitalista mundial.
Un desafío insoportable para el gendarme norteamericano en crisis de hegemonía, que necesita relanzar su propio rol en un continente rico de recursos sobre los que de nuevo desea apoderarse. Venezuela soberana e independiente que mira hacia el sur y comercia con China y Rusia, es un obstáculo a derribar.
Luego de haberla minado desde el interior, luego de haber demolido la credibilidad política con todos los medios, ahora ha llegado el momento del ajuste de cuentas. Los perros ladran por todas partes, la Quinta Columna trabaja desde el interior, el Cóndor planea esperando su momento.
Todos alrededor, espectadores cómplices, desde Europa a aquella América Latina que se ve como “perrito simpático” del patio de Trump. En estos años, los grandes medios han competido para negar el peligro, burlándose de las denuncias pronunciadas por el gobierno bolivariano, y a su debido tiempo ilustradas justamente por aquellos que, como el exministro del interior Miguel Rodríguez Torres o la ex Fiscal General en fuga, Luisa Ortega Díaz, luego han decidido apuñalar por la espalda al socialismo bolivariano.
Ninguno de estos pomposos “analistas” dice que el socialismo bolivariano se mide con los problemas históricos que cualquier cambio estructural ha debido y debe afrontar. Que en los períodos de aguda lucha de clases, el pueblo debe asumirse el costo de pagar para defender la propia independencia, la propia dignidad. Negar la realidad sepultándola bajo las cómodas verdades de régimen es el arma principal de la guerra mediática, que se refuerza borrando la historia de las clases subordinadas y el precio pagado por quien ha deseado alzar la bandera del rescate y de la dignidad. Negar agresiones y guerras disfrazándolas detrás de algún intento “humanitario”, es la principal cortina de humo. Que todavía funciona. Funciona hasta después de la destrucción de Irak, de Libia, después del ataque de Siria.
En Italia, las fuerzas del cambio han interiorizado la derrota. Por esto, una cierta izquierda trata de demoler a Venezuela, donde el pueblo quiere ganar aún confiando en el socialismo. Sin embargo, todavía podemos ganar. Se puede ahuyentar a la peste negra del fascismo. “Divididos somos gotas, unidos somos tempestad”, han gritado en estos días “nuestras” calles, desfilando contra el fascismo y contra quien le han allanado el camino. Pero la lucha debe ser global.
El partido de la guerra global ahora dirige sus garra “humanitarias” contra Venezuela: en el silencio cómplice de tantas almas bellas listas para apretar el gatillo sobre las decisiones del gobierno bolivariano, pero no para garantizar las condiciones para que el pueblo pueda decidir su propio destino en plena autonomía y en paz. Un silencio todavía más culpable en cuanto, esta vez, el imperialismo esconde apenas sus verdaderos objetivos.
Por primera vez, los Estados Unidos, que normalmente organiza los golpes de estado pero luego esconde la mano, ha declarado públicamente que apoyará a un golpe contra Maduro. Trump ha recibido el abierto apoyo de los países vasallos en América Latina y en Europa. Ninguno de estos agentes de ética y de humanismo parece interrogarse sobre “humanitarismo” de una oposición que pide plomo y bombas norteamericanas para la propia población. ¿Quién quisiera hacerse gobernar por esta clase de payasos? Seguramente le gustan a Rajoy, a la Mogherini y a los Tajani, exponentes de la derecha europea tan impresentable como la venezolana, seguramente le gusta a aquella izquierda que ahora abraza los programas derechistas, que está lista para reprimir a los movimientos, mientras abre de par en par las puertas a los fascistas.
¿Cuánto vale la cabeza de Maduro? Los financistas de Washington prometen cifras millonarias si alguien lo borra del mapa. Y si ganara las elecciones continuarán haciéndole la guerra, por lo que se ha iniciado una campaña denigratoria por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Mientras que las terribles violaciones a los derechos humanos cometidas en Honduras, en México o en Guatemala son silenciadas. Los presuntos abusos que habría cometido el gobierno bolivariano, en cambio, apuntan a inhabilitar a Maduro para cerrarle los espacios de negociación a nivel internacional. Debe entrar en juego la Corte Penal Internacional. La diplomacia de paz de Venezuela debe ser reducida a cero. Una análoga campaña se ha reiniciado contra Raúl Castro y contra Cuba.
El viaje de Tillerson ha servido para preparar el ataque, junto a los países como Colombia, Perú, Argentina y Brasil que de “humanitario” frente a sus propios pueblos tienen muy poco. Otra ficha del ataque es Guyana, en cuyas aguas disputadas con Venezuela la Exxon Mobil de Tillerson se está haciendo la gran dueña.
El Premio Nobel por la paz (paz de los cañones), Juan Manuel Santos, ha recibido nuevos financiamientos millonarios: en plena continuidad con el mortífero Plan Colombia disfrazado de “guerra al narcotráfico” mientras guerrilleros y líderes sociales continúan siendo asesinados. Son las treinta monedas de oro dadas en recompensa por la traición, cumplida por el grupito de vasallos que han efectuado ejercicios conjuntos abiertos con los Estados Unidos en la Amazonía. Ejercicios para prevenir “los desastres”, según los Estados Unidos: para ser los primeros en llegar en caso de “catástrofes humanitarias”. Como aquella que se quiere construir en la frontera, accionando para este fin, el flujo de venezolanos que dejan el país.
El gobierno bolivariano ha denunciado un intento de invasión de los Estados Unidos desde el confín con Colombia. Los movimientos de tropas y la presencia del Jefe del Comando Sur por esas partes sirven para prepararlo. Mientras tanto, prosiguen los intentos de que vuelva a estallar desde el interior el modelo Gene Sharp de las “revoluciones de colores”. Grupos (exiguos) de “estudiantes” han reaparecido en varias ciudades de Venezuela.
Según detalles del presupuesto 2019, publicados el lunes 12 de febrero, EEUU destinará 9 millones de dólares para “promocionar la democracia, los derechos humanos y la libertad” en Venezuela, a través de su Departamento de Estado. La cantidad de dinero, que se canalizará a través de la Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid), llegará a pesar de la promesa de Trump de rebajar el gasto en materia de asuntos exteriores. Una parte de los fondos presupuestarios (10 millones de dólares), irán a Cuba, con el objetivo de “promocionar la democracia, los derechos humanos y la libertad”.
Quieren cerrar la puerta al Socialismo. No podemos quedarnos solamente a mirar.
Traducción Gabriela Pereira