Hora de señalar a los responsables
Los “yo no fui” son culpables históricos
Es más que evidente la responsabilidad de la dirigencia opositora —especialmente la de ultraderecha; pero no sólo esa facción— en las desgracias que sufren las venezolanas y los venezolanos fuera del país, y resulta necesario recalcarla a menudo porque el poder mediático y de redes que ese sector político ostenta tiene tal magnitud, que logra convencer de lo contrario a segmentos amplios de la población y a buena parte del público extranjero.
Su culpa tiene raíces ya históricas, pues las élites políticas y sociales que constituyen la médula opositora fueron las autoras intelectuales y materiales de la guerra económica interna que se desató con toda su fuerza luego de la muerte del comandante Hugo Chávez, en 2013.
Igualmente, dichas camarillas conspiraron para que Estados Unidos enfilara sus demonios contra Venezuela, en forma de medidas coercitivas unilaterales y bloqueo. Con ello indujeron a la gran ola migratoria que llevó fuera del país a una importante porción de nuestra población, desde profesionales y técnicos altamente calificados hasta trabajadores de menor nivel de capacitación, casi todos buscando desesperadamente nuevos horizontes económicos.
Una vez que se produjo la escalada migratoria, la dirigencia opositora —y los medios de comunicación financiados por la USAID— dedicaron grandes esfuerzos a culpar al gobierno y, a la vez, ya en el colmo de la crueldad, a criminalizar a quienes se marcharon de Venezuela, presentándolos como una amenaza para los países vecinos o, como dijo uno de estos políticos, una enfermedad contagiosa para la región.
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Hicieron del drama de los migrantes o aspirantes a tales uno de sus negocios más jugosos. Se tragaron las ayudas otorgadas por los países del norte global (cómplices de las maniobras de “cambio de régimen”) y por organismos internacionales. También montaron sus propias “empresas”, transformándose en coyotes de cuello blanco.
Ahora, cuando el sueño americano que vendieron se ha desplomado con horribles sufrimientos para las venezolanas y los venezolanos a quienes engatusaron, estafaron y embaucaron; estos nefastos personajes asumen su pose más característica: la de “yo no fui”. Nada nuevo bajo el sol.
La narrativa del Tren de Aragua: criminalizar el gentilicio
Los dirigentes opositores —en especial los de la derecha radical— son los culpables de la propagación de una matriz de opinión que le ha causado un terrible daño a la migración venezolana en general: la del Tren de Aragua como supuesta organización terrorista, comparable con los cárteles del narcotráfico mexicano o las maras salvadoreñas.
Ese relato, intensamente difundido por la maquinaria mediática, permitió al infame gobierno de Donald Trump invocar la Ley del Enemigo Extranjero, una normativa de 1798, para perseguir a cualquier ciudadano venezolano en territorio estadounidense, secuestrarlo y enviarlo a campos de concentración en un tercer país.
En esta estrategia actuaron los líderes ultraderechistas aliados con los peores especímenes de su misma ralea en la fauna estadounidense. Irresponsablemente, pretendieron implantar la creencia de que el presidente Nicolás Maduro vació cárceles enteras para enviar a los delincuentes a perturbar la supuestamente sagrada paz de un país que, bien se sabe, es violento por naturaleza.
Esa fue, simplemente, otra manera de justificar el injerencismo imperial en Venezuela.
Apoyo a las acciones contra los migrantes pobres
En una primera oleada, la narrativa sirvió para deportar y secuestrar a migrantes pobres, muchos de los cuales habían ingresado por los caminos verdes. En ese momento, la cabecilla de la facción opositora, María Corina Machado, aplaudió el en envío de 252 connacionales a la cárcel de máxima seguridad de El Salvador.
Ahora, cuando las arbitrariedades alcanzan a migrantes de clase media, atrapada en su propio discurso, sólo puede presentar un reclamo muy ambiguo y servil. No puede protestar con dignidad porque no la tiene, aunque los afectados son, en este caso, parte de su militancia.
Junto a sus quejas suaves para el caudillo imperial, el partido de la oligarca llega al extremo de pedir que las medidas “se ajusten”, de manera que, en pocas palabras, sólo se le apliquen a chavistas.
Motivo de reflexión para la militancia
No es suficiente comprender que la dirigencia de la ultraderecha tiene la culpa de lo que les está pasando a los migrantes venezolanos en EEUU. Tanto los directamente afectados, como sus familiares y la militancia opositora no comprometida directamente deben admitir, más tarde o más temprano, que tienen su parte de responsabilidad. Se han dejado engañar demasiadas veces, con el mismo cuento y por los mismos embusteros.
Los llevaron a profesar un odio tan desproporcionado al chavismo, que los ha hecho presa fácil de cualquier engaño. ¿Cuántas personas dejaron acá buenos empleos, propiedades, familiares y amigos para irse tras la quimera de un mundo próspero y libre, apoyándose en mentiras como la de ser perseguidos políticos?
Claro que los líderes son los principales culpables, pero también muchos de los que les creyeron e ignoraron las advertencias de parientes y allegados.
