“Hay un clima de Paz que conquistamos en estos últimos años con mucho sacrificio, esfuerzo y trabajo colectivo. Las y los venezolanos que defendemos la estabilidad, la sana convivencia y la tolerancia somos más. Jamás volverá a imponerse la violencia en nuestro país, ese no es el camino”. Así dijo el presidente, Nicolás Maduro, dirigiéndose a la nación, durante el programa Con Maduro +. Un programa que, cada semana registra una creciente sintonía con el pueblo, llamando a debatir y dialogar, presentando problemas y soluciones.
Una fórmula eficaz, que registra los estados de ánimo del país y los elabora en forma política y comunicativa. El pasado 3 de julio, el jefe de Estado exhortó a la población venezolana a unirse en defensa de las cuatro líneas anunciadas: proteger el derecho a la paz y el amor por la Patria: defender la democracia, establecer una línea de comunicación y debate; fomentando así el pensamiento crítico del pueblo; investigar, conocer y divulgar lo afirmativo venezolano.
Cuatro líneas de acción y pensamiento, que el presidente relanzó en twitter con el objetivo de alertar al pueblo frente a la amenaza del fascismo, del odio, de la intolerancia. Jamás –dijo– debe volver a imponerse la violencia en el país. Nunca más deben volver a afirmarse los escenarios que el país vivió en los años 2002 o 2017.
Años de atentados y desestabilización, durante los cuales la oligarquía encabezada por Washington intentó derrocar a la revolución bolivariana: primero organizando el golpe de Estado contra Chávez, seguido del largo paro petrolero; y luego acelerando la violencia contra el gobierno de Nicolás Maduro. De las prolongadas “guarimbas” de 2017, queda impresa la terrible imagen del joven Orlando Figuera, reducido a antorcha humana por vestir una franela roja y por “parecer” chavista.
De esas violencias desestabilizadoras, animadas por los mismos actores que siguen pisando la escena política venezolana, con la misma dosis de descaro; quedan las mentiras de los medios de comunicación internacionales, que han retratado una realidad funcional para los intereses imperialistas; impidiendo que los sectores populares de los países capitalistas tengan una opinión clara. Por el mismo mecanismo, hoy esos medios que han allanado el camino para el regreso del fascismo a Europa, vuelven a proponer los rostros de los golpistas venezolanos como nuevos adalides de la democracia, y acusan de «autoritarismo y dictadura» al gobierno bolivariano cuando intenta para hacer cumplir la constitución.
Las más de 4.000 detenciones, en Francia, indican el fracaso de un modelo capitalista que impone violentamente la desigualdad y el racismo, dejando a los jóvenes sin futuro. Por el contrario, en Venezuela y en los países socialistas, la palabra «paz» se conjuga con justicia social. Y en esa dirección van los numerosos intentos de conciliación que quiere el presidente Maduro, a pesar de los interminables cambios de opinión de la oposición, dispuesta a retirar la palabra dada a la primera orden de Washington.
“La violencia no es el camino —dijo el presidente—, y la unidad debe ser el pilar en la población, para avanzar en la producción nacional”. Durante la transmisión, el mandatario también anunció que, a partir del año 2024 y hasta el próximo 2026, la economía de la Nación Bolivariana se consolidará a través de créditos, financiamientos, asesoría y mercados; con el fin de garantizar los ingresos del país.
Además, recordando el 5 de julio, cuando “hace 212 años Venezuela rompió las cadenas del colonialismo”, invitó a marcar el rumbo de la “independencia total, definitiva de estas tierras”, actuando “con ese mismo espíritu independentista, rebelde, seguro de lo que somos, con la autoestima más alta de independencia o nada”; porque sólo por ese camino “podremos encontrar nuestras propias fórmulas para construir el modelo económico de la Venezuela del siglo XXI, para construir la unión de América Latina y el Caribe como un solo bloque de fuerzas que se presente ante el mundo en voz alta, diciéndole al imperialismo aquí estamos presentes”.
Por esta razón, el mandatario se declaró “en campaña y en batalla contra el fascismo”. Un objetivo muy necesario considerando que la derecha está utilizando todos sus poderosos foros internacionales para avivar una campaña de odio en este año preelectoral.
El próximo 6 de diciembre, se cumplirán 25 años de la victoria de Chávez en las elecciones presidenciales de 1998. Veinticinco años vividos en las trincheras: un cuarto de siglo, que ha visto crecer una nueva generación, forjada en revolución. No es un resultado baladí en este siglo fragmentado y balcanizado por la acción perversa de un imperialismo que no se resigna a la derrota y busca sofocar la esperanza. Un laboratorio que se proyecta hacia el futuro, y por ello es un «mal ejemplo» a aplastar, a nivel concreto y simbólico. “Es inocultable —dijo el presidente— la capacidad de amar, movilizar y combatir de nuestro pueblo profundamente chavista. Como dice la consigna: ¡Somos mayoría, somos alegría, somos los hijos e hijas de Hugo Chávez Frías!”.