El 8 de noviembre se efectuaron las elecciones de medio término en Estados Unidos, y no hubo marea roja, los republicanos no avasallaron a los demócratas, ni los tres centenares de candidatos apoyados por Donald Trump coparon los curules en disputa.
En un momento que la inflación golpea su país, que las torpezas de Joe Biden en el escenario internacional son elocuentes, que la arrogancia norteamericana apura la unidad de otros países, Rusia y China son el ejemplo más claro y elocuente; cuando no es posible ignorar los nexos del hijo de Biden con el régimen neonazi de Ucrania en el negocio de biolaboratorios; cuando el dólar va perdiendo peso porque países emergentes comienzan a intensificar el intercambio comercial en sus propias divisas, cuando la conflictividad social en Norteamérica es más evidente, sostenemos que allá se va configurando un escenario de Guerra Civil Híbrida, para muchos analistas, el gran perdedor de las elecciones es Donald Trump.
Y es que el pintoresco ex presidente se involucró plenamente en la campaña electoral, apostó a una victoria clara de los candidatos a los que apoyaba.
Recordemos que Trump ganó las elecciones con el Partido Republicano el 2016, pero no es hombre del partido. No hizo carrera dentro del sistema político, como Obama, por ejemplo.
A su modo, es un antisistema. En ese ascenso dentro de la política se hizo de muchos enemigos.
Y como los resultados no fueron como el pronosticó, no hubo la marea roja que anunció, hoy existe duda sobre si debe ser la carta de los republicanos para las elecciones presidenciales dentro de dos años.
Según Alan Abramowitz, politólogo de la Universidad Emory, citado por la BBC Mundo, «esto debilita su posición e influencia dentro del Partido Republicano».
Veamos, entre los respaldados por Trump podemos citar a Mehmet Oz, un médico televisivo derrotado en su carrera al Senado por el demócrata John Fetterman, perdiendo un importante escaño en Pensilvania.
Doug Mastriano, también de Pensilvania, reconocido por desconocer la derrota de Trump el 2020, cayó ante el demócrata Josh Shapiro. Trump tomó la campaña de Mastriano como propia.
Y, así, son varios los candidatos que daban por hecho sus triunfos pero fueron derrotados.
La alta dirigencia del Partido Republicano, que se dejó avasallar por la verborrea de Trump y fue relegada durante el proceso electoral, hoy apuntan hacia el magnate para responsabilizarlo de la derrota.
Así, Adam Kinzinger, representante republicano, señaló el 9 de noviembre que Partido Republicano “debería expulsar a la familia Trump de su léxico”.
«Este es realmente un punto de pivote para el Partido Republicano…Es un momento en el que Donald Trump está sin duda en el espejo retrovisor y es tiempo de avanzar en el partido», manifestó Geoff Duncan, vicegobernador republicano de Georgia, en la cadena CNN.
El representante georgiano recordó como Mitch McConnell, líder del Partido Republicano en el Senado, cuestionó la idoneidad de los candidatos de Trump en la contienda.
Pero, reiteramos, Trump jugó duro en la campaña, presionó, polarizó, siempre fiel a su estilo. Sintiéndose el principal opositor a Biden y al Partido Demócrata, adelantando la campaña presidencial del 2024.
Es cierto, perdió Biden, perdió el Partido Demócrata, aunque conservaron el Senado, pero el magnate también perdió. Sus expectativas fueron frustradas.
Allegados a Trump revelaron que no pudo controlar su ira y descontento por los resultados, al extremo que anunció en Truth Social, su plataforma, que «en cierto modo las elecciones de ayer fueron algo decepcionantes».
Luego, en NewsNatión, una cadena conservadora, acotó «lo que suele ocurrir es que cuando les va bien no me dan ningún crédito, y si les va mal me echan la culpa de todo».
Pero donde parece que surgió la mayor preocupación para el rubicundo ex mandatario, fue en Florida.
Allí, el gobernador republicano, Ron DeSantis, reelecto con un amplio e inédito margen de ventaja, se convierte en la nueva estrella del sector conservador. Ya mucho lo llaman “la versión inteligente de Trump”.
Tan es así que, al día siguiente de las elecciones, The New York Post, publicó en su portada: «DeFUTURO», mostrando a un DeSantis pletórico junto a su familia.
Trump acudió a Fox News y advirtió que de enfrentarlo en unas elecciones internas, DeSantis “podría lastimarse mucho». Posteriormente amenazó a su potencial adversario que podría contar «cosas sobre él que no serán muy halagadoras».
«Creo que estaría cometiendo un error, creo que a la base de votantes no le gustaría eso: no creo que sea bueno para el partido», acotó.
Sin amedrentarse por las amenazas de Trump, el gobernador de Florida anunció que “apenas comencé a pelear”.
Hace pocos días, Victory Insights, empresa especializada en medir la opinión pública, efectuó un sondeo en la Florida donde le dan una ventaja de 22 puntos a DeSantis sobre Trump, ante una probable disputa por la candidatura presidencial republicana.
Trump ya lanzó su candidatura, con dos años de anticipación, y el antecedente de desconocer los resultados en las presidenciales ante Biden aún no se olvidan.
En la campaña del 2016, cuando ganó, muchos hablaron de “injerencia extranjera” en las elecciones, señalaron a los rusos de favorecer a Trump, hoy el ex mandatario podría acusar a los globalistas, quienes no lo quieren, de ir en contra suya, de injerencia.
Y no es que los globalistas, que controlan corporaciones globales, amplios sectores de ls finanzas, tienen poder mediático, sean buenos y Trump malo, no. Ambos obran en procura de la injusticia social, de la acumulación de inmensas fortunas en pocas manos, de la exclusión, de la desigualdad; pero se diferencian en el estilo.
El estilo de Trump no gusta a los globalistas, sus exabruptos no agradan, y eso puede ser un obstáculo en su carrera a la Casa Blanca, es más, en su carrera a la designación como candidato republicano.
¿Trump, que aún cuenta con respaldo importante entre los norteamericanos, se aventuraría a una candidatura fuera del bipartidismo si no logra ungirse con la candidatura republicana?
¿El sistema lo sacará de carrera vía algún proceso judicial? Veremos.