Eduardo Cornejo De Acosta
Se dice, con mucha razón, que en tiempos de guerra la primera víctima es la verdad. Agregaría yo, que también perdemos la perspectiva, la dimensión real de los hechos, sobre todo cuando nos toca personalmente o como nación sufrir los embates del enemigo.
Por ello debemos intentar, y más aún quienes tienen algunos niveles de responsabilidad pública, política, tratar de mantener la ecuanimidad para enfrentar los diversos hechos de esta guerra, híbrida, irregular, de cuarta generación, o multidimensional, como querramos llamarla.
Entre el 23 y 27 de septiembre el Gobierno Bolivariano de Venezuela tuvo significativas victorias políticas y diplomáticas. El presidente Nicolás Maduro regresó de Rusia con importantes acuerdos de tipo comercial, tecnológico, pero sobre todo, con un respaldo político, diplomático y militar de parte de Vladimir Putin.
Paralelamente, Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, efectuó una fructífera gira por Corea del Norte y Vietnam, países emergentes de creciente importancia global.
El MNOAL se pronunció rechazando las agresiones de Estados Unidos contra Venezuela. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU fustigó las sanciones unilaterales de Washington contra la patria de Bolívar.
Por si fuera poco, la Vicepresidenta Ejecutiva, Delcy Rodríguez, en su discurso en la ONU desenmascaró totalmente el falso positivo que Iván Duque intentó montar contra Venezuela. Además, entregó 13 millones de firmas de venezolanos y ciudadanos de todo el mundo rechazando las agresiones de Donald Trump y sus cómplices.
En el plano local, Lorenzo Mendoza, uno de los más notables empresarios criollos, se deslindó con el diputado Juan Guaidó, sus secuaces, y toda la parodia que han montado. Claro, desde su punto de vista y a su manera, pero deslindó.
Pero lo dicho, estamos en guerra. Una guerra de largo aliento, en donde el enemigo, y sus satélites no descansan. Es una guerra de largo aliento, de resistencia, y eso debemos tenerlo en cuenta.
Mientras en Caracas los amantes de su patria, disfrutaba los triunfos mencionados, en otra parte del subcontinente se activaba otra jugada. Se amplificaron exponencialmente actos xenofóbicos contra ciudadanos venezolanos. Incluso se efectuó una poco concurrida marcha cuyas consignas por desagradables no las mencionaremos. Fue en Lima – Perú.
Pero, y surge la interrogante, ¿será que los ciudadanos peruanos, que tienen una severa crisis institucional, donde la estabilidad de su actual presidente, Martín Vizcarra, es mínima, donde el parlamento tiene un repudio de 90%, donde hay marchas constantes y muy concurridas del sector educación, de trabajadores de salud, donde tiene un conflicto de proporciones entre campesinos y trasnacionales mineras que les están dañando el ecosistema, no tienen mayor preocupación que montarse en marchas de esa naturaleza?
¿Es el pueblo peruano xenofóbico? No lo creemos. Porque, además, los hechos xenofóbicos, si tenemos en cuenta la cantidad de venezolanos que viven en Perú, no llega ni al 1%. Claro, un solo caso es motivo de preocupación y denuncia, pero nos referimos a la forma en que se viene manejando, y la intencionalidad.
De hecho, cuando empezó esta migración de venezolanos a ese país, mayoritariamente entre 2014 y 2016, los migrados fueron recibidos, por lo menos por la clase política y los medios del establisment, como “héroes que venían de resistir la dictadura de Maduro”.
No nos olvidemos las giras de Lilian Tintori y demás miembros de la derecha por Lima, de sus arengas a que se tomen medidas contra el Gobierno Bolivariano.
No nos olvidemos que allí Oscar Pérez, tristemente célebre personaje ligado a conductas delictivas, tiene permanente presencia en medios peruanos. Que maneja muchos fondos, que no se sabe de donde proceden, pero uno puede sospechar que provienen del norte, para hacer activismo con su ONG, Unión Venezolana, contra el proceso bolivariano.
Este copeyano, días atrás, declaró con el programa Ampliación de Noticias de RPP que «no es descabellado» considerar el envío direccionado desde el régimen de Nicolás Maduro de delincuentes venezolanos al Perú para perjudicar el fenómeno migratorio y a la oposición política.
Según Pérez, con antecedentes por robo de vehículos, resulta sospechosa la frecuencia y la violencia con la que se registran hechos delictivos en el Perú cometidos por venezolanos.
«Nos preocupa la frecuencia, no hay un día en las noticias donde no aparezca un venezolano accionando de manera delictiva (…) Parece algo prediseñado con la intención de descalificar al éxodo y a la población migrante y refugiada en el país y para crear un problema al Estado peruano», dijo.
Y aquí viene el componente político, propio de tiempos de la guerra fría.
De acuerdo con Pérez, esto recuerda la década de los años 80 del siglo pasado, cuando se registró un éxodo masivo de cubanos por el puerto de Mariel.
“Hubo entre esos migrantes algunos indeseables que partieron a generar problemas en los países donde arribaron… No es descabellado pensar que hay motivaciones políticas alrededor de la criminalidad venezolana en Lima y otras regiones”, insistió.
El copeyano hacía referencia a hechos delictivos de alto impacto mediático en el que se han visto involucrados migrantes venezolanos en Perú.
En las llamadas redes sociales, manejadas desde el norte, dicen que autoridades penitenciarias venezolanas liberaran delincuentes de alta peligrosidad para enviarlos a otros países.
Cuando algún elemento de estos comete algún delito en Colombia, Ecuador, Chile, Argentina o Perú, la amplificación es inmediata.
La cobertura mediática ante un hecho violento, donde se involucra un venezolano, tiene repercusión diferente. Los medios que aplaudían la salida de venezolanos de su país, que la incentivaban, hablando de los “paraísos” que encontrarían en los países mencionados, variaron.
No pueden criticar la migración abiertamente. Todavía necesitan mostrar a los migrados como héroes que huyen de la “dictadura”, usarlos en las campañas electorales para que critiquen a los candidatos de izquierda, para que hablen del infierno de Venezuela, pero hasta allí.
Y curioso, esos medios, como en su momento El Mercurio de Chile que facilitó el golpe contra Allende en contubernio con la CIA, responden de una manera u otra a los intereses de Washington.
Les cuesta aceptar que sus gobiernos, sus sistemas políticos y económicos, no pueden satisfacer las demandas de sus pobladores y menos lo de un flujo significativo de migrantes.
Estigmatizar, sutilmente, a los venezolanos como seres muy violentos, capaces de cualquier tropelía, y ojo, cuna de personas que pueden, fácilmente, cometer actos terroristas. A eso sumemos las “advertencias” de Julio Borges respecto a sus connacionales.
Claro, todo eso es a nivel mediático. La mediática de quienes manejan el sistema. Que afortunadamente viene muy desacreditada desde hace tiempo.
Y así lo demuestran los últimos actos internacionales de trabajadores, mujeres, estudiantes, que se han desarrollado en Caracas.
Quienes visitaron la capital de Venezuela se llevan otra visión del país y las transmiten en sus países. Incluso, a riesgo de represalias.
Allí tenemos el caso de Vladimir Cerrón, gobernador regional peruano de Junín, quien luego de participar en el Foro de Sao Paulo fue detenido.
Allí están los dirigentes colombianos que son acosados, torturados, asesinados, si muestran simpatía con el Gobierno Bolivariano. La persecución contra quienes enfrentan al hegemón, es brutal. Dividir a los pueblos es una de sus tareas.
En cambio, quienes sirven al poder global hacen el trabajo, allí está Iván Duque que no le importa hacer el ridículo o quedar en evidencia si de atacar el Gobierno Bolivariano se trata. Allí está Piñera con sus dislates.
Molesta la xenofobia, indigna, pero no perdamos la perspectiva. Pretender una venganza contra migrantes colombianos, ecuatorianos, peruanos, dominicanos, chilenos o europeos, como han insinuado algunos confundidos en las redes, porque se produjeron algunas manifestaciones xenofóbicas contra venezolanos, es hacerle el gran favor a Donadl Trump, es perder la simpatía de la opinión pública mundial por la Revolución Bolivariana. No caigamos en tentación, cortemos esos impulsos a tiempo.